El libro de Jan Hoff Marx Global
representa sin duda el estudio más completo de las diferentes
interpretaciones de la crítica marxiana de la economía política desde
los años 60 hasta la actualidad. En esta entrevista, el autor presenta
las cuestiones principales de este trabajo, reexamina las grandes
interpretaciones y propone descentrar nuestro enfoque de Marx poniendo
en primer plano algunos debates ampliamente ignorados en Europa o en los
Estados Unidos.
En tu libro, Marx Global, propones
una cartografía exhaustiva y ambiciosa de los debates en economía
política marxista desde 1965. Puedes presentarnos los objetivos
principales de esta obra? Por que las interpretaciones de Marx deben ser
examinadas a la luz de su contexto de elaboración geográfico, social y
político?
J.H.: El objetivo principal de Marx Global
hace referencia al contexto específico de Alemania, donde siempre ha
habido una cantidad considerable de investigaciones sobre Marx y su
crítica de la economía política. Hoy, existen tres revistas alemanas
dedicadas no solamente al marxismo en general (como es el caso, por
ejemplo, de Actuel Marx)
sino a los “estudios marxianos” (o a la “marxología” como habría dicho
Maximilien Rubel). En Alemania, mucha gente sigue leyendo El Capital y participan en debates que giran en torno a cuestiones metodológicas, la teoría del valor, la teoría de las crisis, etc.
En
la Alemania Occidental (después de la Segunda Guerra Mundial), este
interés por Marx arraigó en el movimiento estudiantil de los años 60,
dentro del cual emergió una nueva consciencia de la pertinencia de las
investigaciones metodológicas sobre El Capital
(en este aspecto, la obra de Roman Rosdolsky fue crucial). La otra cara
de la moneda de este debate alemán floreciente es su “provincialismo”,
exacerbado en las últimas décadas, notablemente desde los años 80.
La
mayor parte de los alemanes interesados en la crítica marxiana de la
economía política apenas han conocido las discusiones que se
desarrollaron en otros idiomas. Autores como Jaques Bidet, Enrique
Dussel, Kozo Uno, etc. generalmente no son ni leídos ni mencionados en
el debate alemán. Incluso la reciente literatura anglófona sobre Marx
(pienso claramente en la “dialéctica sistemática”, en la teoría de la
forma-valor y en las discusiones sobre las relaciones Marx-Hegel) es más
bien desatendida en Alemania.
Escribí Marx Global
como reacción a esta laguna, teniendo en cuenta el lector alemán, con
la esperanza que el debate alemán se beneficie de una relación más
estrecha y de un conocimiento más profundo de las discusiones que se
desarrollaban en el exterior del país. Como escribe Marx en el prefacio
del Libro I de El Capital
“una nación puede y debe aprender de las otras”. Esta célebre máxima
debería igualmente aplicarse a los debates alrededor de su teoría.
Por
consecuente, el objetivo último del libro era contribuir a la
“universalización” de las discusiones sobre la teoría marxiana del valor
y del dinero, el método y la estructura de su proyecto, las categorías
centrales como “capital en general” y la comprensión específica de su
objeto.
Algunos
capítulos de tu libro están dedicados a las lecturas japonesas,
sur-asiáticas y latinoamericanas de Marx. Que podemos aprender no
solamente teóricamente sino también política y estratégicamente de este
enfoque descentrado de las interpretaciones “occidentalo-centradas” de
la crítica de la economía política?
J.H.: Japón es un ejemplo asombroso, sin duda el caso más impresionante a escala mundial. Los estudios serios de El Capital
comenzaron a desarrollarse después de la Primera Guerra Mundial, tras
el lanzamiento de la primera edición completa en tres volúmenes
(1920-1924). En el intervalo de unos años, asistimos a una recepción
masiva de la crítica de la economía política. Aunque el marxismo fue
oficialmente liquidado y numerosos intelectuales influyentes como
Fukumoto (en 1928) o Kawakami (en 1933) fueron arrestados por razones
políticas, se vendieron cientos de miles de ejemplares de El Capital. En 1945, con la emancipación del marxismo japonés de la represión del Estado, asistimos a un nuevo auge de este.
Comparamos
con la Alemania Occidental: durante el periodo de posguerra, aunque
solo un puñado de marxistas podían (es decir, estaban autorizados a)
enseñar en (el marco de) la universidad, el estudio sistemático de El Capital
estaba ampliamente expandido en Japón y ocupaba una posición de fuerza
en el corazón mismo del mundo académico. Las diferentes escuelas
“heterodoxas” que vieron la luz durante los años 1950-1970 -la escuela
de Uno, la escuela- de la sociedad civil, la escuela de Hiromatsu- aún
existen en el presente.
El
debate latinoamericano parece más familiar y bastante similar a las
discusiones llevadas a cabo en Europa occidental. Desde los años
1960-1970, diferentes corrientes de pensamiento marxista se disputaban
la hegemonía, y la cuestión de saber si se era pro o anti-Althusser
estaba generalmente en el centro de las controversias. Entre los
estudios marxianos latinoamericanos, destaca el proyecto de lectura
sistemática de los diferentes “borradores” de la obra central de Marx
(esto es, de los Grundrisse a El Capital pasando por los Manuscritos de 1861-1863)
llevado a cabo por Enrique Dussel entre 1985 y 1990. El debate
contemporáneo sobre Marx en Latinoamérica es muy activo, especialmente
en Brasil. La recepción brasileña reciente de Marx se ha enriquecido con
la publicación, en 2011, de la primera edición completa de los Grundrisse en portugués.
De
ahora en adelante, está claro que la discusión de la crítica de la
economía política es imposible de llevar a cabo desde un punto de vista
eurocéntrico. En mi libro, he intentado mostrar que los países no
europeos aportan un amplio abanico de contribuciones muy elaboradas a la
discusión de la teoría de Marx que no pueden simplemente ser ignoradas
por los actores del debate europeo.
La
categoría de “marxismo occidental” elaborada por Perry Anderson sigue
siendo pertinente? O necesitamos un nuevo tipo de topografía teórica?
J.H.:
El término “marxismo occidental” popularizado por Perry Anderson es, en
mi opinión, más bien problemático. Por otro lado, la definición que
ofrece me parece bastante vaga. El principal problema que señalaría es
que un tipo de categorización geográfica está asociada a criterios que
remiten a un contenido más estrictamente conceptual. Algo que hace el
mantenimiento del término, a mi parecer, muy delicado. Observemos algún
caso concreto que muestre como el uso de esta categoría suscita una
serie de problemas.
Georg
Lukács y Karl Korsch son tradicionalmente considerados como los padres
fundadores de esta tradición, pero estos dos teóricos fueron también
influyentes (a través de Kazuo Fukumoto) durante el primer periodo de
recepción del marxismo en Japón. Ahora bien, es pertinente utilizar esta
categoría de “marxismo occidental” para caracterizar una cierta
corriente del marxismo japonés de los años 1920?
Una
cuestión similar podría plantearse a propósito del marxismo
latinoamericano, en lo que concierne por ejemplo la reformulación de la
teoría marxiana como “filosofía de la praxis” por parte del filósofo
mexicano Adolfo Sánchez Vázquez en los años 1960. Podemos circunscribir
este enfoque a las coordenadas del “marxismo occidental”?
E
incluso, el humanismo marxista es tradicionalmente considerado como
inscrito en el espectro teórico del “marxismo occidental” (a pesar del
hecho que el anti-humanismo althusseriano sea también, según Anderson,
parte de esta tradición), pero podemos decir tanto de la basta discusión
sobre el humanismo marxista que se produce en China durante los años
80… Y qué pasa con varias corrientes de Europa del Este cuyas lecturas
de Marx parecen bastante cercanas del “marxismo occidental”, como por
ejemplo la Escuela de Budapest o el Grupo Praxis?
En
todos estos casos, es difícil trazar una línea de demarcación clara
entre “Marxismo occidental” y “Marxismo no-occidental”, al menos cuando
se concentra en el contenido teórico de diversas interpretaciones de
Marx antes que en su proveniencia geográfica.
Podríamos
decir que, retrospectivamente, pudo existir en los años 60 una matriz
conceptual común, en el plano de la crítica de la economía política,
entre el althusserismo en Francia, el operaismo en Italia y lo que se
elaboraba por parte de ciertos sectores de la Teoría Crítica en Alemania
(Backhaus, Reichelt, Krahl)?
J.H.:
Si examinamos esta cuestión más de cerca, puede resultar difícil
delimitar y responder con un “sí” o un “no”. Pero es ciertamente posible
identificar puntos de convergencia, de tensión y similitud entre estas
corrientes.
De
entrada, parece bastante difícil señalar un uso común de las obras de
Marx desde un punto de vista filológico o bibliográfico, excepto el
hecho que todas estas corrientes se refieren al Marx de madurez, el de
la crítica de la economía política, antes que al joven Marx (pero esto
de maneras cada vez diferentes). El operaismo así como la Neue Marx
Lektüre (parcialmente influenciada por la Teoría Crítica frankfurtiana)
tienen en común la insistencia en ciertos textos, realmente descubiertos
y discutidos en esta época, como los Grundrisse;
aunque en Francia, no es por parte de Althusser sino más bien de cierta
“ultra izquierda” (Rubel, Camatte, Dangeville) o del trotskismo (el
joven Jean Marie Vicent) que los Grundrisse fueron en un primer tiempo estudiados.
La
coyuntura política es en cada uno de estos tres países singular, lo que
hace complicada la idea de una “matriz conceptual común”: Althusser
seguirá fiel al Partido Comunista Francés que fue durante un periodo
suficientemente largo un verdadero partido de masas, mientras que la
primera ola de la Neue Marx Lektüre era cercana al ala antiautoritaria y
extraparlamentaria del movimiento estudiantil (representado por Hans
Jürgen Krahl y otros) y guardó siempre sus distancias con el minúsculo
Partido Comunista Alemán.
Desde
el punto de vista teórico, también hay que tener en cuenta que ciertos
teóricos asociados a la Escuela de Frankfurt como Alfred Schmidt
criticaron rápidamente a Althusser cuando su pensamiento llegó a
Alemania. En comparación con otros países de Europa occidental (Reino
Unido, España), Althusser tuvo mucha menos influencia en Alemania
Occidental durante los años 1970. Sin embargo, reconozcamos que
Althusser y la Neue Marx Lektüre comparten una misma insistencia en la
pertinencia de una lectura epistemológica de Marx.
La
asociación mas célebre ente Althusser y el operaismo es probablemente
la invitación hecha a Antonio Negri para dirigir un seminario parisino a
finales de los 70, seminario que acabaría con la publicación de Marx más allá de Marx.
Finalmente, el operaismo fue introducido en Alemanía Occidental durante
los años 70, pero su recepción alimentó más las discusiones políticas
que los debates especializados sobre Marx.
Tu
libro acaba con una discusión de las teorías marxistas de la crisis.
Cuales son las principales divergencias entre las diferentes
concepciones marxistas de las crisis en general y los diferentes
análisis de la crisis actual del modo de producción capitalista en
particular? Podríamos interpretar la actual recuperación del interés por
la “teoría de la forma-valor” como una voluntad de elaborar una teoría
crítica unificada y sistemática de las crisis?
J.H.:
Primeramente, mencionemos una cierta matriz canónica que proviene de
los diferentes enfoques de la teoría marxista de las crisis ubicados
entre la vuelta de siglo XIX al XX hasta los años 30. A saber,
diferentes concepciones relativamente célebres y más o menos opuestas:
interpretaciones de las crisis en términos de subconsumo o de
desproporción, teoría de la sobreacumulación y diversas teorías del
derrumbe.
En un segundo momento, a partir de de los años 1960-1970, aparecen nuevos enfoques: teoría del profit squeeze,
enfoques relacionados con la escuela de la Regulación, tentativas
diversas de combinar Marx y Minsky. En Japón se traza una vía propia con
un amplio debate sobre la teoría de las crisis desde 1929 (Kuruma,
Uno/Itoh, Tomizuka).
En
todos los casos, soy bastante escéptico sobre la pertinencia y la
utilidad de una gran teoría unificada y sistemática de la crisis. De
todos modos, observemos con más precisión que hay en la obra misma de
Marx.
He
llegado a la conclusión que Marx tuvo razón en no considerar la crisis
como un sujeto autónomo a tratar aisladamente y “en sí”, sino más bien
como el reverso de la inmensa dinámica de acumulación del capital, como
el reverso de la pulsión del capital a realizarse más allá de sus
propios límites. La crisis no es nada más que el punto de inflexión del
proceso cíclico de acumulación donde la autovalorización (Selbstverwertung) del valor se encuentra enfrentado a sus propios límites internos. El Capital
de Marx posee una arquitectura compleja, es una totalidad estructurada
que comprende diferentes niveles de abstracción. La crisis se refiere al
proceso de acumulación del capital en múltiples niveles. De entrada,
Marx no nos ha dejado una explicación o un único y sistemático capítulo
referente a su teoría de las crisis, pero intentó tratar esta cuestión
según sus diferentes aspectos y contextos, y según los diferentes
niveles de abstracción de su conceptualización -partiendo de la teoría
de la circulación simple hasta la teoría del crédito en el libro III.
Para
concluir, pienso que las lecturas de Marx que tratan eso que podemos
calificar de “teoría de la forma-valor” poseen una pertinencia real para
la teoría de las crisis. La teoría marxiana del valor y de la
forma-valor está relacionada internamente a su concepto de dinero -por
ello algunos investigadores alemanes hablan de “teoría monetaria del
valor” (monetäre Wertheorie)
en Marx-, sabiendo que las nociones de dinero y crédito son
fundamentales en la concepción marxista de las crisis. A nivel
internacional, algunos investigadores se apoyan precisamente en el
examen de las estrechas relaciones que pueden existir entre estas
categorías con el objetivo de reformular el concepto marxiano de la
crisis (podríamos citar, por ejemplo, el investigador sur-coreano No-Wan
Kwack).
Entrevista realizada por Vincent Chanson y Frédéric Monferrand.
Traducción para Marxismo Crítico de Ivan Gordillo