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El
mayor riesgo para el hombre de mediana edad
no es el tabaco ni la obesidad.
Es
la soledad.
“Ningún
hombre es una isla” — John Donne
Sentado
frente a él, podía ver el rechazo en su rostro. Los años le habían traído
varios divorcios y un creciente distanciamiento de su hija, que parecía haber
recuperado el hábito de rechazar a su padre. Superficialmente, él enmascara
este rechazo con mensajes duros y confrontaciones acaloradas y controladoras. Pero
en lo hondo de su ser, estaba claro que se sentía muy solo porque aquellos a
quienes más había querido le habían abandonado.
Hay
estudios que indican que a medida que envejecen los hombres, tienen un riesgo elevado
de sufrir soledad y aislamiento. Hay muchos motivos potenciales para
el aislamiento que sienten los hombres, como factores de personalidad,
circunstancias traumáticas, elecciones erróneas y/o factores de salud. Pero
independientemente de las causas, el aislamiento no es simplemente un fenómeno
de proximidad; muchos hombres se sienten solos rodeados de gente.
Cada
vez hay más estudios que señalan que la soledad genera mucho más riesgos además del sentimiento
de desconexión. Entre los que se ven aislados, se perciben
mayores índices de mortalidad asociada con un incremento de la probabilidad de
sufrir una enfermedad cardiovascular e infarto. Según parece el alzhéimer
progresa más rápido en las personas que carecen de un buen apoyo social. De
hecho, un estudio demostró que el aislamiento conlleva riesgos para la salud
similares a los del tabaquismo.
Tampoco
es sorpresa que los problemas psicológicos sean más habituales y perjudiciales
para los que están solos. Se registra un mayor índice de depresión entre los
hombres en soledad. Y los riesgos no solo parecen incrementar proporcionalmente
al tiempo que están solos, sino que también aumenta la probabilidad de
suicidio. Está bien documentado que los hombres cometen suicidio en un
porcentaje mucho mayor que las mujeres, unas 3,5 veces más. Pero las pruebas
sugieren que esta discrepancia solo incrementa a medida que los hombres
envejecen. Mientras que las tasas de suicidio muestran un descenso en las
mujeres de más de 60 años, los hombres ancianos blancos son unas 2,5 veces más
propensos que el público general a cometer suicidio; los que superan los 85
años son el cuádruple de propensos. La soledad, probablemente, tiene mucho que
ver con esto.
A
pesar de estas noticias tan ominosas, creo que hay unas cuantas formas para que
los hombres podamos minimizar el riesgo de aislamiento en nuestras vidas, si
apartamos el miedo y dejamos a un lado el orgullo viril:
1.
Dejar de actuar “como un hombre” y reprimirlo todo
Tenemos
que ser sinceros con lo que sentimos y dejar de pensar que podemos lidiar con
todo nosotros solos. No digo que vayamos por todos lados con el corazón en la
mano y contando a todo el mundo nuestros problemas vitales. Lo que sugiero es
que dejemos de actuar como se supone que tienen que ser los hombres,
reprimiendo los problemas personales o afrontándolos individualmente y sin
admitir ningún conflicto ante nadie, cuando todos sabemos que los conflictos
están ahí para todos.
Con
el paso de los años, me sorprende pensar en el número de veces que he escuchado
a otros tíos (yo incluido) actuar como si estuvieran controlando una situación
a la perfección y luego descubrir que sus vidas y su estado psicológico están
muy lejos de ir perfectamente. Por desgracia, muchos hombres se han criado
socialmente desde jóvenes en el hábito de mentir (sí, mentir) sobre qué sienten
en su interior, ya sea para mantener la paz a su alrededor o para evitar el
conflicto. Pero es un proceso que no solo conduce a los hombres a buscar formas
malsanas de lidiar con sus problemas (por ejemplo, alcoholismo, pornografía),
sino que también los desconecta de las mismas personas que podrían ser su mejor
ayuda. El resultado natural es una creciente soledad y aislamiento y un
empeoramiento de los problemas. Lo cierto es que requiere más valentía ser
sincero sobre cómo nos sentimos, por difícil que sea, y reconocer que el apoyo
social será siempre una de las mejores intervenciones a nuestro alcance. Así
que la próxima vez que sientas la tentación de esquivar una pregunta
preocupada, plantéate ser sincero (e incluso vulnerable) sobre lo que te sucede
y sé abierto sobre adónde pueda ir la conversación.
2.
Priorizar las amistades igual que se priorizan las familias y el trabajo
Como
padre de, dentro de poco, 7 hijos y como psicólogo infantil, sé lo difícil que
es encontrar tiempo para ver a los amigos. Lo más fácil es dejarlos en un
segundo plano y dejar las reuniones para más adelante o hacer planes para los
que sabemos que terminaremos cancelando nuestra asistencia. Cuando hacemos
esto, las conversaciones que tenemos cada vez son más superficiales y fugaces,
y carecen del tiempo y la sustancia que facilitan el apoyo cuando más se
necesite. Es una muestra de por qué, como esposos y seres queridos de alguien,
tenemos que apoyarnos mutuamente manteniendo un contacto regular con nuestras
amistades. La próxima vez que tengas ganas de disfrutar de un poco de
holgazanería delante de la tele, mejor llama por teléfono a algún amigo o algún
familiar. Posiblemente no sea la elección más sencilla, pero es la que más
necesitas.
3.
Buscar apoyo mutuo creando “válvulas de entrada”
Buscamos
“válvulas de salida” en ocasiones o actividades que nos permiten desfogarnos y
dedicar nuestra energía a cosas que nos alejen la mente de situaciones
estresantes. Las “válvulas de entrada” serían actividades y hábitos cuyos
efectos positivos perduran en nosotros mucho después de terminar la acción,
como correr, la carpintería, observar la naturaleza o los animales, la
meditación, la cocina, la escritura… Las válvulas de salida se convierten
también en válvulas de entrada cuando no solo canalizan nuestra energía de
forma positiva, sino que también generan mejoras en nosotros como maridos,
padres, trabajadores y seres humanos. No tienen nada de malo quedar con un
grupo de amigos para tomar unas cervezas y ver un partido de fútbol. Pero si lo
que queremos de verdad es forjar una amistad para toda la vida, nuestros
encuentros propiciarán también relaciones más profundas y significativas. Quizás
ir de senderismo o correr u organizar una aventura anual. Hace unos cuantos
años, inicié una aventura de 24 horas para hombres de excursión en plan
mochilero, en un entorno natural cercano, y me sorprendió descubrir cuántos
colegas (muchos con los que nunca había salido de excursión antes) se apuntaron
a la aventura y a la profundización de las relaciones que se derivó.
4. Empezar
por uno mismo
Es
fácil culpar a los demás por sentirse solo. A veces es legítimo, porque unas
circunstancias injustas nos dejen sin compañía de familia o amistades. Sin
embargo, es frecuente que la soledad sea el producto de nuestra falta de
disposición a considerar que podríamos actuar de forma diferente para atraer a
los demás hacia nosotros. No insinúo que debamos ser hipócritas o falsos. Pero
a veces las personas que llegan a una situación de aislamiento es porque se
negaron a cambiar aspectos de sí mismas que solo favorecen la alienación. Es
duro admitir que nuestra compañía pueda resultar difícil de llevar o incluso
desagradable, porque me he convertido en un viejo gruñón obstinado, por
ejemplo. Pero como en el caso de muchos otros escenarios desafortunados, el
orgullo asoma su fea cabeza en los casos de aislamiento; por eso, el progreso
personal puede ser la defensa definitiva contra la soledad. ¿La mejor forma de
empezar un proceso así? Pregunta a los que te conocen mejor y que te respondan
con sinceridad sobre qué hay en tu carácter que sea difícil o desagradable al
trato. Quizás te sorprenda que a menudo los demás también están abiertos a este
tipo de críticas constructivas y que es un proceso que de inmediato estimula
una mejor conexión entre las personas.
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Fonte: http://es.aleteia.org/2017/03/30/hombre-maduro-y-solitario-que-hacer-para-sentirse-menos-solos/?utm_campaign=NL_es&utm_source=daily_newsletter&utm_medium=mail&utm_content=NL_es
Texto por JIM SCHROEDER
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