Gabriela Renault*
El “entusiasmado” lleva un Dios dentro suyo, es portador de una inteligencia espiritual que le ayuda a reencontrarse consigo mismo y con los otros. Qué dicen la neurociencias sobre la espiritualidad.
Habitar este mundo que nos toca vivir, estar en el presente de este siglo tan complejo y líquido a la vez, sobrevivir al caos diario, resolver la tirantez, de lo que es urgente a desmedro de lo importante.
La inmediatez hecha lenguaje, los memes como mensaje, la infodemia, como parte de la noticia, las corridas, la urgencia de no quedar afuera, lo económico, la pobreza que destila, los embotellamientos, los cortes, etc. Esto es parte de nuestro día a día, sabemos que enferma, sabemos que muchas veces nos queremos bajar, que nuestra salud mental está en jaque.
Pero entonces necesitamos coordenadas y recalcular nuestro GPS, para no caer en estreses negativos, en saturaciones, que nos lleven a estar tan desmotivados que perdamos la esperanza y por ende el sentido de nuestra existencia.
La palabra entusiasmo me gusta especialmente en su sentido etimológico, aunque casi nunca se aplica así.
En su acepción original el entusiasmo es el estado de ánimo de quien “lleva un dios dentro”: un “fervor interior” que parece provenir “de alguna fuerza superior a la nuestra”.
La espiritualidad no es excluyente, no es sectaria y es una de las tantas formas de llenarnos de entusiasmo.
Dentro de lo que es la inteligencia espiritual, uno de sus campos fundamentales es el del encuentro con los demás, de la generosidad y servicio y amor al prójimo.
El encuentro consigo mismo y con los otros son dos campos de la espiritualidad, de ejercitarlo, tendremos más botiquines para habitar este mundo, el dar siempre es terapéutico y suma.
Podremos decir, si la espiritualidad busca ser un apoyo para el bienestar cotidiano, para la reducción del estrés y la ansiedad, o para la concentración, y dentro de todo esto, ¿por qué no?, para la superación de obstáculos psicosociales moderados o serios (trastornos emocionales, mentales, etc.), pero siempre, desde una perspectiva interna, desde la construcción de un significado propio, cargado de emotividad significativa para el sujeto y porque no, sumará para otro a la vez.
Quizás el lector se pregunte, qué es la inteligencia espiritual, según Torralba 1) (2010), es la capacidad que todo individuo posee para realizar un análisis valorativo de su propia vida, encontrar sentido y vivir con asombro y gratitud la propia existencia.
Vale ser más estrictos, que se entiende, entonces por el concepto de inteligencia espiritual, es la facultad del ser humano para el análisis valorativo de la propia existencia, ideales y horizontes de sentido de la misma. Faculta para trascender el sufrimiento y dolor, y para crear valores dando a la vez significado y sentido a nuestros actos. (Torralba, 2010, p. 48).
Lo espiritual se relaciona con la apertura, con la posibilidad de trascendencia, con poder interrogarse acerca de la propia existencia, el valor y el significado sobre sí mismo y bucear sobre nuestra existencia en el mundo, abrirse a las diferentes perspectivas que se presentan no desde la pura racionalidad, sino desde criterios vinculados a la superación propia de cada sujeto.
No perder la capacidad de asombro, que permite maravillarse frente a las acciones realizadas, o, mejor dicho, sercapaz de maravillarse simplemente por existir, anteponiéndose a la muerte de la espiritualidad, y también poder utilizarla a modo de antídoto sobre las atrofias o ismos.
También las neurociencias, han demostrado que la fe, y aclaro, fe desde la espiritualidad, en todos los credos, es una función biológica, pensar o sentir a Dios, a la trascendencia en todo lo que uno pueda en ello atribuirle, hace activar partes cerebrales que están en el sistema límbico.
Mejor aún, es parte del lóbulo frontal, que al activarse ante estímulos espirituales, ya sea el asombro, la ternura, la ayuda al otro, la sonrisa, hace disminuir el estrés y la ansiedad no productiva o sea que las personas que tienen desarrollada su espiritualidad, tienen más medicamentos para afrontar síntomas de diversas enfermedades o problemas de la vida cotidiana.
Todos los seres humanos, tenemos inteligencia espiritual más o menos desarrollada, y la tarea fundamental es potenciarla. Es antropológica y fundamentalmente una opción personal. Aparece en la infancia, pero, al igual que la lengua, necesita de un contexto estimulante.
La inteligencia espiritual permite ir más allá; tiene que ver con lo que une, con la creación de puentes de relaciones. Cuando se cultiva, genera en el sujeto más libertad, reflexión y profundidad; supone un gobierno sobre las propias emociones y pasiones. Un autodominio que permite no responder a la violencia con violencia.
Se trata de la inteligencia primordial, ya que los seres humanos son esencialmente espirituales debido a la necesidad de preguntarse por el sentido de la vida y por la razón por la que se debe seguir adelante, qué hace que esto o aquello valga la pena.
Desde esta perspectiva, construir un espacio, un momento al día, para bajar un cambio, para hacer una práctica de meditación, una oración o tan solo un momento de respirar profundo y tomarse te, mate, agua, podrá ayudar a desconectarse y poder centrarse en nuestro interior.
Cómo habitar este mundo
Sé de lo difícil, hoy de encontrar un espacio de silencio y reflexión o un tiempo para esta práctica de 5 minutos y bajar un cambio, sé que el lector debe estar diciendo que es imposible, pero aún en la tormenta, serenarse, poner una música suave, conectarse con lindos pensamientos, leer alguna frase, una oración o cualquiera sea el modo, de bajar, siempre sumara a bajar las ansiedades o calmar la angustia.
La presencia de un espacio que favoreciera el desarrollo espiritual, de una forma constante y planteo inclusive de todo tipo de creencias y religiones y conectada con el arte y la cultura, creará un nuevo lugar, donde las personas que componen las instituciones o nuestra tarea diaria, pueda tener un sentido diferente.
Nadie tiene las claves de la felicidad para el
florecimiento humano, para que las personas nos humanicemos, pero seguro
que, de hacer una cultura del buen trato, de los espacios libres de
preocupaciones o de lugares solo para ir a tomarse un respiro,
aumentaremos las hormonas que impactan en la felicidad y estaremos al
menos un poco mejor.
Lo que propongo es un refugio al estrés diario.
La espiritualidad, lo que busca, entre otras cosas, es ser un apoyo para el bienestar cotidiano, para la reducción del estrés y la ansiedad, el encuentro con uno mismo sin excluir lo científico sino más bien intentando reducir la brecha entre todo tipo de pensamientos y vivencias.
Podemos intentarlo, o bajarnos, pero la verdad suma más intentarlo.
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