· Tras quedarse ciega a los seis años, su abuela peregrinó con ella a su santuario y recuperó la vista
· Pese a su ferviente fe, el arzobispo de París le negó un funeral religioso por su vida poco ejemplar
Édith Piaf (1915-1963) es el gran icono de la canción francesa,
siendo ‘La vie en rose’, ‘Padam, padam’ o ‘Non, je en regrette rien’
parte de la banda sonora de la humanidad, vibrando millones de personas con sus
versos, siempre derramados desde un alma doliente.
Y es que muchos identifican su nombre con una personalidad atormentada,
generando belleza desde ese sufrimiento íntimo, pero no tantos saben
que una de las grandes luces de su vida fue su pasión por santa Teresa de
Lisieux, a la que veneraba sin ambages.
El milagro que lo cambió todo
Todo empezó cuando ella tenía seis años. Perteneciente a una familia pobre y
desestructurada (su madre trataba infructuosamente de triunfar como artista y
su padre estaba en el frente, en la Gran Guerra), una grave enfermedad le causó
la ceguera. Viviendo en Normandía con su abuela, que regentaba un pequeño
prostíbulo, ella la llevó de peregrinación a Lisieux, junto a las
prostitutas del hogar, para pedir a santa Teresa por su curación. Unos
días después, sin explicación médica alguna, la pequeña recuperó la vista.
Tras el “milagro”, nació entonces en ella una veneración que se mantuvo
hasta su muerte, llevando colgada al cuello una medalla con su imagen y
peregrinando todos los años hasta el santuario. Dicen, además, que le
dedicaba a la santa todas u cada una de sus interpretaciones sobre las tablas…
Ayudó a muchos judíos bajo el dominio nazi
De su compromiso con sus semejantes no puede dudarse, pues, además de que
nunca olvidó sus orígenes humildes (cuando recorría los pueblos como
cantante ambulante, hasta que la descubrío el dueño de un cabaret y firmó su
primer contrato con Polydor), es conocido que ayudó a muchos judíos
cuando París cayó bajo la bota nazi.
Pese a que mantuvo su fe cristiana hasta el final, el arzobispo de París se
negó a que, tras su muerte el 14 de octubre de 1963, tuviera un funeral
religioso, alegando que su agitada vida sentimental, incluidas relaciones con
hombres casados, la había convertido en un mal ejemplo para la juventud.
La bendición final del abad
Eso sí, impresionado ante la multitud que acompañaba el féretro por las
calles de la capital de Francia, justo antes de que fuera enterrada en el
cementerio de Père Lachaise, el abad Leclerc, muy relacionado con
muchos de los artistas de la época, la bendijo antes de que la arena tapara el
ataud. Y es que, sin Édith Piaf, que cantó como pocas a la vida y al
amor, no puede ser un ejemplo de persona con fe, entonces, ¿quién lo es?
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