El intelectual uruguayo Roberto Echavarren publica en España un libro abierto, para un público amplio, sobre la actualidad de Confucio, Chuang Tse, Mozi y Hsun Tzu.
Su último libro, El pensamiento chino, obtuvo en 2021 el XVIII premio Amado Alonso de crítica literaria. Acaso su principal virtud es que no es para iniciados. El lector no necesita dominar la historia o el pensamiento chino para obtener de la lectura una claridad que sólo la lucidez puede mostrar. Comienza por diferenciar el pensamiento clásico chino de sus equivalentes occidentales. “Algunos pueblos tienen escrituras reveladas. Es el caso de las religiones del Libro, judaísmo, cristianismo, islam. Aquí las escrituras sagradas tienen prevalencia sobre cualquier otro discurso y se transforman en instrumento de control político. Los otros discursos quedan esclavizados a la palabra del dios expresada en esos libros. Como se decía en la Edad Media: la filosofía es esclava de la teología, ciencia de dios a partir del examen de los escritos revelados que fundan la moral y la legislación (catecismo, derecho canónico, sharia). Estas instituciones entronizan el poder de sacerdotes, prelados, imanes o intérpretes del texto sagrado. El pueblo ha de aceptar a estos guías. Así se estructura la religión dogmática, cuyos jefes defienden cierta idea de ortodoxia”.
Echavarren usa la palabra ‘religión’ “para estas creencias y prácticas construidas a partir de un Libro revelado que sienta un credo, dogmas, ortodoxia y poder para imponerlas”, y reserva la denominación de ‘cultos’ para otros acercamientos a lo sagrado: “en China no hay discurso de dios. El cielo, dice Confucio, no habla. No confía en la lengua de los hombres (…). El culto chino consistía en su parte principal en celebraciones en memoria de los antepasados (…). Culto implica ruego, aunque el destinatario no sea sino uno mismo (…). Los chinos no plantearon su pensamiento sobre bases dogmáticas. Ni revelación, ni metafísica, ni teología”.
“El I Ching o Libro de los cambios es el primer libro chino, y no consiste en escrituras reveladas (…). La atención no se centra en las cosas sino en su estado transicional (…). El oráculo del I Ching manifiesta, por un lado, el curso del camino del cielo (tao) y, por el otro, la conducta correcta de los hombres de acuerdo a ese camino”.
La explicación del pensamiento chino la hace Echavarren en orden cronológico a través de cuatro personajes, Confucio, Chuang Tse, Mozi y Hsun Tzu.
Un trasmisor
A Confucio (551-479 a.C.) lo define Echavarren como “un ser desenvuelto que se vuelve entrañable tanto por sus dichos como por su conducta”. Así se presentaba el propio Confucio: “Soy un trasmisor, no un creador, soy uno que cree en los antiguos y gusta de ellos. Como no tenía empleo del gobierno me dediqué a las artes”. Y así definía al hombre ideal: “lo que busca el hombre superior se halla en él mismo, lo que busca el hombre vulgar se encuentra en los demás”. Para Confucio, “las virtudes son la benevolencia, sabiduría, sinceridad, sencillez, valentía, firmeza. Han de combinarse con el estudio para resultar cabales (…). Enseñaba cuatro asuntos: literatura, conducta, fidelidad y veracidad” y consideraba que “las artes no son mero adorno, sino la pieza indispensable para el desarrollo ético” . Y confería un valor principalísimo a la etiqueta, a los ritos: “los ritos definen una especie de derecho constitucional, un instrumento para moderar los abusos, para contener a los gobernantes dentro de un proceder moderado y justo. A la violencia y a los castigos, Confucio contrapone los ritos”.
La centralidad de esos ritos
Enfatiza Confucio: “de acuerdo a lo que he oído, de todas las cosas que conciernen a la vida de los hombres, los ritos son lo más importante. Sin ellos no habría manera de regular los servicios prestados a los espíritus del cielo y de la tierra. Sin ritos serían imposible determinar las posiciones de padre e hijo, de alto y bajo, de viejo y joven; sin ellos no habría modo de mantener el decoro de las relaciones íntimas entre hombre y mujer, padre e hijo, hermano mayor y hermano menor; de guiar el intercambio entre familias en el matrimonio, y de la frecuencia o infrecuencia del trato recíproco. Estos son los motivos por los que los hombres superiores han honrado y reverenciado los ritos (…). A través de los ritos (reglas de etiqueta) se establece el carácter”. Y dice: “de todas las cosas a las cuales los hombres deben la vida, los ritos son lo más importante”.
Confucio y el cielo
Por otra parte, “el cielo no es un dios personal (…) El cielo no habla. No hay palabra divina. El cielo es una manera de nombrar la medida inmanente en los procesos, su ritmo, incremento y disminución (…). Quien concede felicidad y larga vida no es el cielo. Son los ancestros que regresan con la figura de sus representantes al banquete de los vivos. A ellos les hace ofrendas. Los ancestros comen y beben igual que los vivos. Están vivos; de otro modo no podrían bendecir a su progenie (…). ¿Qué tipo de sujeto es el cielo? ¿O no es sujeto en absoluto? Reglamenta el día y la noche, secuencia las estaciones. Es una noción que abarca la naturaleza en su conjunto y se aparta de los dioses dinásticos o de clan. No se trata en rigor de un dios, sino de un proceso. No es antropomorfo. Tampoco trasciende su creación. El cielo es una medida, un máximo, un mínimo, la sucesión regulada de los cambios. Se expresa en los ciclos de la naturaleza. Por esta razón no hay que malgastar esfuerzos en decisiones equivocadas. El camino del cielo (el tao) es un proceso que se expresa en la naturaleza y debe ser seguido por los hombres y las acciones humanas. ¿Cómo se conoce el mandato del cielo? A través de la adivinación que penetra a la vez el fuero interno y el externo”. Una cosa sí está clara: “las calamidades de la gente no las envía el cielo. Los responsables son los hombres”.
Los ancestros
Según Echavarren, en plan de intérprete de Confucio, “la alianza entre vivos y muertos se renovaba periódicamente. Los ancestros seguían viviendo en tanto espíritus. Los hijos no los olvidaban, compartían la comida, retribuían con grano y alcohol el alimento que habían recibido en la infancia. Los antepasados respondían al llamado, acudían y bendecían. No es cielo el que concede larga vida, son los ancestros”.
La educación
Como maestro, Confucio fue un innovador: “antes de él, las materias de estudio se enseñaban separadas: equitación, ritos, música, tiro al arco, manejo de carros, composición, aritmética y letras en la carrera de estudios para funcionarios”. Pero, ante todo, es necesario dominar las pasiones. Dijo Confucio: “el cultivo de la persona depende de la rectificación de la mente. Si un hombre está bajo la influencia de la cólera, su conducta no será correcta. Igual será el caso si está bajo la influencia del terror, o del deseo, o la tristeza o la angustia. Cuando la mente está obnubilada, miramos y no vemos, oímos y no entendemos, comemos y no sentimos el gusto de lo que comemos. El cultivo de una persona depende de la rectificación de la mente”. Por eso es necesario conciencia de sí mismo: “diariamente examino tres puntos diferentes de mí mismo: veo si he sido desleal al negociar con otros, veo si he sido insincero en las relaciones con mis amigos y veo si he aprendido lo que mi maestro me trasmite”.
El gobierno
Confucio señaló las cuatro cosas que se deben contrarrestar: “dictar sentencias de muerte contra unos súbditos a los que no se ha instruido es crueldad; exigir sin previo aviso que presenten su trabajo terminado es opresión; dar órdenes sin urgencia y luego exigir el cumplimento cuando vence el plazo es un insulto; ser avaro cuando hay que dar algo a los demás equivale a actuar como un simple contable, no como alguien que ocupa un puesto en el gobierno”.
Chuang Tse
El segundo pensador chino que estudia Echavarren es Chuang Tse, que vivió en torno a los siglos IV y III a.C. Pensaba que “el único honor consiste en ser fiel a sí mismo”. Por ejemplo, los ermitaños de la montaña “son seres mágicos. Libres de las necesidades comunes. No se nutren de cualquier alimento sino (que) aspiran el aire, beben el rocío, montan sobre nubes y cabalgan sobre dragones voladores (…). La vigilia para él es parte de un gran sueño del que no logramos despertar”. Y “no busca poder sobre los otros. No busca la fama. De este modo, nada le afecta”. A diferencia de lo dicho por Confucio, “descuida los tiros, sólo relevantes para entretener a la muchedumbre (…). Los hombres deben olvidarse unos de otros y atender el tao dentro de sí (…). Chuang Tse abraza la vida solitaria del chamán. Se divorcia de las instituciones y de la vida en común entre los hombres (…). Borra cualquier vestigio del yo afincado en las cosas mundanas, en la lengua, en la literalidad y en la identidad”.
En cierto momento declara: “estaba sentado en un diván, suspiraba mirando al cielo, estaba disociado, en éxtasis, como si hubiera perdido al compañero, al cuerpo. En ese momento he perdido mi yo”. Y añade: “no oigas con los oídos, oye con el espíritu (…). La felicidad reposa en la quietud (…). Yo hace tiempo estoy buscando ser inútil para todo (…). Quien quiere ganar fama se pierde a sí mismo. No es hombre noble (…). Tu corazón debe moverse en la simplicidad, tu espíritu unirse a la soledad; si sigues el curso natural de las cosas y no abrigas egoísmo o parcialidad alguna, el mundo estará bien gobernado”.
Mozi
“Vivió entre el 479 y el 372 a.C.”. Cuenta Echavarren de Mozi que “su pensamiento coloca el criterio de utilidad en el centro” y antagoniza con el pensamiento de Confucio; por ejemplo, critica “la estricta observancia de los ritos. El período de luto de tres años observado tras la pérdida de un pariente cercano, no solamente perjudica la salud del que lo lleva, piensa Mozi, sino que resulta también nocivo para la colectividad porque frena la actividad productiva”. Y, en contra de Confucio, “es un enemigo de las artes”. Mozi “proscribe las artes decorativas y condena el placer estético. Según él, nada debe hacerse sólo para agradar la vista o el oído. El placer es gratuito e innecesario. Lleva al malgasto. Todos los objetos deben cumplir una función utilitaria”. Tampoco “le interesa hablar de culto a los antepasado porque el culto a la propia estirpe separa a los hombres en tribus o clanes”.
Para
Mozi, “el cielo es una entidad que todo lo ve”. Y predica el amor entre
los hombres: “si nadie en el mundo se ama mutuamente, el fuerte vencerá
al débil, los muchos oprimirán a los pocos, los ricos se burlarán de los
pobres, los honorables de los humildes, los astutos engañarán a los
simples. Las calamidades, luchas, reclamos y odios en el mundo surgen
por falta del mutuo amor”. Y contra la guerra: “el asesinato de una
persona es un delito castigado con la pena de muerte. Siguiendo este
argumento, el asesinato de diez personas sería diez veces más delito y
debería condenarse a diez penas de muerte; el asesinato de cien personas
será cien veces más delito y merecería cien penas de muerte. Todos en
el mundo saben que se deberían condenar esas cosas, llamándolas delitos.
Pero cuando llegamos al gran delito de atacar a otros estados, no les
parece que deban condenarlo. Al contrario, lo aplauden (...). ¿Podemos
decir que conocen la diferencia entre lo que es bueno y malo? Por esto
sabemos que los señores del mundo están confundidos acerca de la
diferencia entre bueno y malo”.
Hsun Tzu
Casi nada se conoce de la vida de Hsun Tzu; se cree que nació alrededor de 312 a.C. Echavarren precisa que es un pensador confuciano, aunque tiene diferencias con Confucio, pues éste no pensaba que el hombre fuera bueno ni malo y “Hsun Tzu, en cambio, decidió que el hombre en su condición natural era malo, feroz, egoísta”. En todo caso, “el principal blanco de los ataques de Hsun Tzu fue Mozi. Sus doctrinas le repugnaban”. Dijo que “quien puede distinguir entre las actividades del cielo y las de los humanos es el mejor tipo de hombre. Por tanto, el hombre superior aprecia lo que está en su poder y no ambiciona lo que está en poder del cielo”.
Siguiendo a Confucio, y enfatizándolo, Hsun Tzu ve la necesidad de los ritos y ama la música: “la música es la inteligencia del corazón (…). La música es alegría. La música es el gran árbitro del mundo, la clave de la armonía central, la vía necesaria para encauzar la emoción humana. La música es el medio más efectivo de gobernar a los hombres”.
Ah, y también Hsun Tzu da claves para reconocer los malos tiempos: “los signos de una época desordenada son los siguientes: los hombres usan ropas de colores vivos, sus modales son afeminados, sus costumbres lascivas, sus mentes se concentran sólo en la ganancia, su conducta es errática, su música depravada y sus artes decorativas viles y chillonas”.
EL PENSAMIENTO CHINO, de Roberto Echavarren. Pre-Textos, 2021. Valencia, 196 págs. No hay versión ebook.
Fonte: https://www.elpais.com.uy/cultural/echavarren-cree-cuentos-chinos-explica-confucio-hsun-tzu-otros.html?utm_source=news-elpais&utm_medium=email&utm_term=Echavarren%20no%20cree%20en%20cuentos%20chinos,%20y%20explica%20a%20Confucio%20y%20Hsun%20Tzu,%20entre%20otros&utm_content=24042022&utm_campaign=Cultural
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