domingo, 7 de maio de 2023

El asesino silencioso

 Cabeza de Turco

Washington Abdala  

Cabeza de Turco<br/>

 

"Los humanos somos moralistas luego que aprendemos del exceso"


El aparato los iba matando paulatinamente a todos, de manera precisa, sistemática y el tiempo jugaba a su favor. Los días pasaban y él seguía arrollando y construyendo un manto de sangre a su alrededor. Era el asesino perfecto, nadie lo veía venir. Todos confiaban en él, hasta le depositaban su total confianza, pero él solo quería succionarlos y quitarles la vida uno a uno.

¿Quién o que era este aparato? ¿Este inicio de articulo le sugiere alguna respuesta? Le doy un segundo antes de empezar a conversar. ¿Seguro que no tiene idea de quien hablo? Fíjese de vuelta en la primera frase y preste atención en “paulatinamente”.

Bien, hablo de los “móviles telefónicos” que ya están aniquilando nuestra área cognitiva, y quizás sean el epítome de un tiempo donde la tecnología avanzó irresponsablemente hacia la intimidad personal haciendo añicos a mucha cosa en ese viaje.

Observe el lector -padre o abuelo- la cantidad de horas que sus hijos o nietos están con el teléfono móvil. Los promedios de horas diarias son extremos (se puede observar en cada teléfono consultándolo de manera sencilla “Tiempo en Pantalla”). Es una adicción compleja y global. Ojo. Ojo. Ojo.

Lo que ha pasado es que la vida de la gente pasa por el teléfono móvil, dejó de ser un vehículo de comunicación de voces para ser un centro de socialización y conexión con la sociedad. Repito, dejó de ser -como centralidad- un método de comunicación oral, ese es uno de los tantos atributos que tiene, pero ya no es el central.

Los expertos están observando lo obvio: no existe la concentración dispersa, no era verdad que se puede estar con el teléfono móvil, hablando, escribiendo, dictando una conferencia y prestando atención a una ventana que se está por caer. Esa atención múltiple es una tremenda alienación y un asesinato al cerebro. Están probados los accidentes de tránsito por mirar el teléfono móvil conduciendo. Todo es obvio pero solo luchamos contra las drogas extremas, contra el alcohol extremo, pero esto aparatito viene destrozando gente a montones y no logramos ser morales al respecto. Puro bla, bla, pero poco para contar el daño que hace el señorito.

Los humanos somos moralistas luego que aprendemos del exceso. Es un dato, primero el dolor, luego la lección, más tarde la repetición del dolor y allá por el fin de los tiempos vamos internalizando la consigna sensata. ¿O no era piola fumar cigarrillos? ¿O no está mortal tomarse todo con los amigos? Todos esos “excesos” que la sociedad conoce, los morigera a medias, como puede, porque la libertad -por cierto- no es un tema menor, pero ya sabe que son letales. Con los teléfonos móviles aún no pasa nada, pocas advertencias y están siendo una AK 47 en la cabeza de millones de jóvenes que quedan atrapados allí adentro. Luego nos preguntamos sobre niveles de violencia con cara atónita en el mundo y no entendemos que pasó.

Hay países donde el debate en los centros educativos es si se puede ingresar con ellos abiertamente o no. Todos hemos estado en charlas, teatros, cines, conferencias donde suenan los teléfonos porque la gente se desespera si no está conectada. Es verdad, todos usamos el argumento de la urgencia, pero no es cierto, son muy poquitas cosas las que en el mundo requieren de una asistencia inmediata. En realidad, los móviles se han apoderado de nosotros con nuestra complacencia.

Deberíamos pensar en hacer algo más rotundo. ¿Usted que cree?

Fonte:  https://www.elpais.com.uy/domingo/opinion-el-asesino-silencioso?utm_source=news-elpais&utm_medium=email&utm_term=Opini%C3%B3n%20%7C%20El%20asesino%20silencioso&utm_content=07052023&utm_campaign=Domingo

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