Representa como pocos la figura del
arquitecto estrella. Sus edificios con forma de copo de nieve o pirámide
se conciben más como barrio que como inmueble. Cinco de ellos están
redibujando Manhattan. Este danés, creador de las nuevas sedes de Google
en San Francisco y Londres, atribuye su osadía a la falta de
prejuicios: llegó a esta disciplina como un ‘outsider’.
lunes 23 de octubre de 2017
CUANDO LA ARQUICTECTURA espectacular pasó de asombrar a asustar y
fue sustituida como modelo por la vertiente sostenible, el danés Bjarke
Ingels (Copenhague, 1974) dio con la fórmula para conciliar ambas
tendencias: “Algunos de nuestros proyectos rompedores son para el mundo
de los poderosos, pero tenemos otra cara para gente que no está contenta
con los modelos arquitectónicos existentes. Hoy la sed tecnológica
convive con la sed de naturaleza”. El creador de las sedes de Google
en San Francisco y Londres ha firmado cinco edificios en Manhattan,
incluida la torre del World Trade Center que sustituyó al proyecto de
Norman Foster. El año pasado fue elegido entre los 100 personajes del
año por la revista Time. Hace 12, fundó el estudio BIG,
que hoy tiene más de 400 empleados. Atribuye su osadía a su falta de
prejuicios, mientras apura una cerveza en Pamplona durante un congreso
organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad. Es un destacado
exponente de la figura de arquitecto estrella contemporáneo.
El copo de nieve, el laberinto… ¿Los apodos de sus edificios reflejan la infantilización de la arquitectura?
Tratamos de no repetir lo que ya existe. En lugar de meter nuevos usos
en viejos moldes intentamos averiguar lo que va a pasar. En Nueva York
contrataron a una agencia para que buscara nombres a uno de mis
proyectos. Llamó al edificio Vía 57, pero la gente se refiere a él como
“la pirámide”. Así lo bautizamos nosotros.
¿Por qué debe reinventarse la arquitectura?
Necesitamos alternativas a la vivienda con jardín y al apartamento en la
ciudad. Y nacerán de mezclar. Le Corbusier ya lo probó dedicando una de
las plantas al comercio en edificios de apartamentos. La diversidad
crea la posibilidad de la diferencia. Hay que aceptar lo distinto.
¿Lo diferente tiene que ser fotogénico? ¿Con forma de copo de nieve?
Repensar la arquitectura implica estar preparado para aceptar rarezas.
No nos interesa la definición de belleza como proporción. No queremos
disfrazar los edificios de normalidad. Esa forma de copo de nieve es la
más eficaz para la organización de un hospital. Las líneas rotundas de
mis edificios tienen que ver con la claridad de las ideas que están
desarrolladas en ellos. Cualquier cosa que exprese su naturaleza real es
atractiva.
¿Qué le ha hecho tener el carácter ocurrente y desinhibido que revelan sus proyectos?
Llegué a la escuela sin saber casi nada de arquitectura. Ni siquiera
quería ser arquitecto. Pero una vez allí traté de entender la disciplina
mirándola sin prejuicios. El buen salvaje tiene siempre otro punto de
vista.
¿Le preocupa cómo envejecerán sus edificios? Sí. Los
materiales nobles envejecen mejor que los materiales baratos. Pero una
solución pasa por convivir con la naturaleza: la vegetación trepando
por las fachadas las embellece. Es cierto que nuestros edificios
iniciales eran muy económicos y podrían haber envejecido mejor si
hubieran estado construidos con otros materiales. Sin embargo, sus
enclaves se han convertido en barrios exitosos y su valor inmobiliario
ha aumentado.
“Ni siquiera quería ser arquitecto. Llegué a la escuela sin saber
casi nada de la disciplina. Pero una vez dentro,
traté de entenderla
sin prejuicios”
Antes de convertirse en arquitecto, dibujó cómics. En uno
recreaba la historia de la arquitectura moderna y se nombraba heredero
directo de Mies, Le Corbusier y Koolhaas…
Fue el primer libro. Los de arquitectura suelen ser aburridos, no
enganchan al lector. Algo que contrasta con las visitas de obra: cuando
un arquitecto te explica lo que hace, suele hacerlo con pasión. Pensamos
que en esa paradoja había un terreno por explorar. Queríamos explicar
las historias detrás de las imágenes, y un cómic es más fácil de seguir
que un libro ilustrado.
¿Qué ha hecho para lograr codearse con estrellas de la
arquitectura mundial y diseñar —con Thomas Heatherwick— los edificios
de Google? Creo que he innovado.
¿Por qué las grandes compañías del mundo —Google, Apple o Facebook— han encargado a arquitectos estrella edificios aislados en lugar de construir las marcas urbanas que caracterizaron a las ciudades del siglo XX? Creo que su manera de pensar está anticuada. Soy de Copenhague y
he tenido que superar el centrismo que supone identificar la ciudad
solo con las hermosas calles que rodean el centro histórico. La ciudad, y
lo urbano, es mucho más. Un porcentaje muy pequeño vive en el centro.
Esas compañías no nacieron en las ciudades, y eso abre un mundo por
explorar que me interesa. Para Google hemos hecho un edificio que es a
la vez un barrio. Tendrá tiendas y restaurantes. Y los vecinos podrán
entrar a comprar y a pasear.
¿Pasando controles de seguridad? Con diversos
niveles de seguridad. La diversidad es buena pero compleja. Nuestro
proyecto para Google ganó con una idea rotunda: cuando las compañías
emplean a 30.000 personas no pueden tener un edificio, han de ocupar un
barrio. Y en los barrios tiene que haber de todo para que sean urbanos y
formen parte de la ciudad.
¿Qué ocurrirá con las ciudades si las compañías poderosas no apuestan por ellas?
Entre los sesenta y los ochenta, muchos centros urbanos sufrieron el
abandono de los ciudadanos: queríamos una casa con jardín. En las
últimas décadas, los centros han vuelto a llenarse de gente. Resultado:
alquileres impagables. Es casi imposible vivir en el centro de Londres o
Copenhague. Eso hace que la idea de ciudad deba redefinirse.
¿Qué hace a una ciudad ser lo que es? Los
ciudadanos. Fíjese cómo determinados grupos de artistas se trasladan a
vivir hacia barrios más económicos y esa concentración genera urbanidad.
Cuando la gente llega a un lugar y se instala en él, dicha zona mejora,
se desarrolla. El proceso de gentrificación se describe siempre como negativo, pero es también el motor para la redefinición de lo urbano.
Trabajó con Rem Koolhaas durante un año y medio. ¿Qué aprendió de él y qué preferiría evitar?
Ha tenido una influencia radical en mi carrera. Él mira el mundo como
realmente es y no como tenemos asumido que es. Trata de ver. La ciudad
no es solo lo grandioso, también es lo mediocre. Esa actitud es clave.
Me interesa el mundo en toda su extensión.
¿Qué evitaría del legado de Koolhaas? Todavía es,
indudablemente, uno de los arquitectos más relevantes del mundo. Pero
creo que lo que he tratado de hacer de otra manera tiene que ver con mi
felicidad personal. Me gusta estar alegre y compartir ese talante con la
gente que me rodea. Creo que la alegría da energía.
¿El trabajo es su vida? Tengo una vida al margen del
trabajo, claro que sí. Todavía no tengo hijos. Aunque… lo más seguro es
que tenga hijos españoles. Mi novia es de Madrid.
¿Es arquitecta? Sí. Pero hacía mucho que no salía
con una arquitecta. Volaba al festival de Nevada con un amigo en un
avión de 12 plazas. Una chica muy guapa se sentó frente a mí. Y
empezamos a hablar.
Su padre es ingeniero. Sí, hace fibra óptica.
Corre el rumor de que es un potentado dueño de medios de comunicación. Me temo que solo es ingeniero. Debo estar haciendo algo bien para que inventen leyendas sobre mí [se ríe].
Su madre sí es dentista. Sí.
¿Cómo llegó usted a la arquitectura? Supongo que me
tocaba. Tengo dos hermanos. La mayor se dedicó a la música. Es una buena
pianista. Al pequeño se le dan bien las matemáticas y se ha convertido
en un gran jugador de póquer. Yo estudié piano, pero no era lo que
quería hacer en la vida. Dibujar es mi superpoder. Lo fue durante mi
infancia: en el parvulario, en el instituto. Siempre era el mejor
dibujando.
¿Quiere ser el mejor arquitecto? Quiero ser yo. Creo
que la arquitectura necesita entender la creatividad de otra manera, no
solo formalmente. Steve Jobs dijo que de cada 20 ingenieros uno es un
artista y el resto son ingenieros. Creo que eso se puede aplicar a la
arquitectura, al balonmano y a la enseñanza. Un maestro que es un
artista puede cambiar a la gente.
¿Se ve como un artista? Me veo como alguien capaz de
cambiar las cosas. Alguien dispuesto a ese esfuerzo. La arquitectura
puede ser un arte, pero el arte actual debe ser transformador.
“En este oficio hay más cosas fuera del control de
los arquitectos
que bajo su mando. Si no hay cliente,
no se construye un proyecto”
Para la Exposición Universal de Shanghái quiso exhibir la estatua de La sirenita danesa aduciendo que era más sostenible trasladarla a ella que llevar 1.300 millones de chinos a Copenhague para que la vieran.
Nuestro edificio trataba de comunicar lo divertido, sano y sostenible
que es llegar al centro de la ciudad pedaleando en lugar de pasar las
horas sentado dentro del coche en atascos. La sostenibilidad no era La sirenita,
era la ventilación natural que proponía el edificio. Trataba de
enfatizar el lado no solo necesario sino también plácido de la
sostenibilidad. La Sirenita era un reclamo. Llevarla a
Shanghái suponía admitir que en Europa podemos tener todas las
maravillas del mundo, pero si los chinos vienen a verlas no se van a
poder sostener mucho tiempo.
La experiencia de ir a Dinamarca es algo más que ver a La Sirenita.
Claro. Y es mejor ver la Mona Lisa en París que en Pekín. Pero 1.300
millones de personas no pueden ir a París a verla. El turismo es un
campo por reinventar. El arte se puede mover. Moverlo implica además la
transmisión de otros valores como la generosidad o la confianza.
¿Puede la arquitectura convertirse en chiste? Dígalo
de otra manera: incluso los arquitectos pueden contar chistes. Debería
estarles permitido, como también a otros profesionales.
¿No hay profesiones menos cómicas que otras? Un
edificio, como una operación, no puede ser un chiste. Pero el humor no
está reñido con la calidad. Normalmente la gente divertida es
inteligente. Solo quien es capaz de pensar con rapidez puede ser
divertido. Una idea brillante, no solo en arquitectura, empieza siempre
con algo que sabemos reconocer. Lo inesperado llega luego. Y para ser
brillante, lo sorprendente ha de tener sentido. Es verdad que en nuestro
estudio nos gusta gastar bromas. Pero solo nos quedamos con lo que
sigue siendo interesante cuando dejamos de reírnos.
Ha sustituido a Norman Foster para levantar en Nueva York el
edificio World Trade Center 2. ¿Se está convirtiendo en realidad aquel
cómic en el que usted bromeaba con ser descendiente de Le Corbusier?
Bueno… [risas]. Parece simbólico que nuestra idea sustituya a la de
Foster, pero lo que sucedió es que su proyecto estuvo parado 10 años y
un nuevo constructor nos llamó.
¿Qué ha hecho que su edificio se construya y el de Foster no? El nuestro funciona mejor.
¿Cómo lo sabe si el de Foster no ha llegado a construirse? Fueron los problemas lo que hizo que no se construyera.
¿No era una cuestión icónica? La torre de Foster era bastante icónica.
Foster será siempre más sobrio que usted.
Supongo, pero tenía detalles poco prácticos. Creo que fue diseñado para
un tipo de promotor que no es el actual. Sucede continuamente. Nosotros
ganamos el concurso para hacer la Biblioteca Nacional de Astaná, en
Kazajistán. Años más tarde deciden que quieren un edificio de Foster y
comienzan a levantarlo sobre nuestros cimientos.
¿La arquitectura es un mundo de depredadores? En el
mundo de la arquitectura hay muchas más cosas fuera del control de los
arquitectos que bajo su mando. Da igual lo maravilloso que sea un
edificio; si no hay cliente, no se construye.
Su arquitectura transmite una imagen optimista y lo que cuenta es lo contrario. ¿Ha visto la película La vida es bella?
La vida está llena de problemas y de posibilidades. Tu actitud decide
lo lleno o vacío que ves el vaso. Hubo un momento, tras el Guggenheim de
Bilbao, que Gehry y Zaha Hadid consiguieron encargos como nunca. Luego
llegó la crisis financiera y el retorno a lo esencial. Es una reacción
habitual. Pero hoy la arquitectura es un territorio ecléctico. Caben
muchas opciones. Y no es el estilo lo que marca las propuestas, son las
intenciones. Nosotros hacemos trabajos casi contrapuestos: proyectos
rompedores para el mundo de los poderosos, pero tenemos otra cara para
gente que no está contenta con los modelos arquitectónicos existentes.
La sed tecnológica convive con la sed de naturaleza, y eso debe
reflejarlo la arquitectura sin tener que elegir una u otra fuente.
¿Qué hace más allá de ser arquitecto? He invertido
en una compañía que produce grafeno, un material fascinante, un carbono
monomolecular que es más transparente que el vidrio, 200 veces mejor
conductor que el cobre y 100 veces más resistente que el acero. Cuando
el grafeno se comercialice, veremos cambiar y avanzar muchas cosas. Va a
ser fascinante.
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