Victor Codina*
Todavía estamos impactados y conmocionados por el terrible incendio de Notre Dame
en París, símbolo de arte, de cultura, de historia y de la fe cristiana
de Francia y de Europa, un fuego devorador que ha tenido un eco
mundial. Era impresionante ver caer la torre mientras el pueblo parisino
contemplaba horrorizado la catedral en llamas, algunos llorando, otros
arrodillados rezando y cantando.
Es muy comprensible la reacción de condolencia y de solidaridad
mundial y el interés por su reconstrucción. Pero más allá de las
cuestiones técnicas de arquitectura y de las críticas de los sectores
populares, al ver que grandes fortunas han hecho rápidamente grandes
donaciones mientras han sido insensibles ante otros temas sociales…,
aparecen algunos interrogantes de fondo.
La iglesia de Notre Dame quemada simboliza un tipo de sociedad y de
Iglesia medieval francesa y de una Europa con profundas raíces
cristianas que ya han desaparecido. Hoy la situación ha cambiado
radicalmente: Francia es ahora un país de misión y la Europa occidental
vive un rápido proceso de secularización, exculturación de la fe cristiana, pluralismo religioso, indiferencia, agnosticismo y un ateísmo postmoderno. Dios está en el exilio.
Reconstruir Notre Dame no representa pues un problema meramente
arquitectónico, sino que nos obliga a preguntarnos si sólo queremos
reconstruir un monumento del pasado medieval de la Iglesia de
cristiandad del segundo milenio, o si en esta ocasión es necesario que
los cristianos nos interroguemos sobre el sentido de la fe cristiana en
la Europa de hoy, una Europa de gran bienestar económico pero que al
mismo tiempo mantiene grandes diferencias sociales; una Europa con un
pasado colonial y un presente que cierra puertos y puertas al inmigrante
y vende armas a países en guerra, armas que matan niños; una Europa
responsable del cambio climático pero que no actúa con firmeza para
defender la tierra, etc.
Reconstruir Notre Dame, en parte, es adecuado porque todo sentimiento
cultural y religioso necesita símbolos concretos y visibles de
trascendencia, pero no podemos olvidar que la Iglesia no está
formada por templos de piedra, sino por las piedras vivas de las
comunidades cristianas seguidoras de Jesús de Nazaret, que es el único y
verdadero templo de Dios. La nueva Notre Dame no se debería
reducir a convertirse en un histórico museo de arte y de cultura para
los turistas de todo el mundo.
Y la imagen de Notre Dame en llamas me ha hecho pensar, y me ha
traído el recuerdo de otras iglesias quemadas en momentos de persecución
o de revolución política y social. Concretamente he recordado las
reflexiones de Joan Maragall delante de la iglesia quemada durante la
Semana trágica de Barcelona, el año 1909. Sin querer entrar en las
causas y las implicaciones sociopolíticas de la Semana trágica (Cf. El Pregó,
suplemento de verano 2009), quisiera hacer presentes algunas
intuiciones del artículo de Maragall que todavía hoy parecen actuales.
Cuando el poeta y creyente va el domingo a una iglesia incendiada y
quemada, seguramente del barrio de Gracia, escribe: “Yo nunca había oído
una Misa como aquella. La bóveda de la iglesia descalabrada, las
paredes ahumadas y desconchadas, los altares destruidos, ausentes, sobre
todo aquel gran vacío negro donde estuvo el altar mayor, el suelo
invisible bajo el polvo de los escombros, ningún banco para sentarse, y
todo el mundo de pie o arrodillado de cara a una mesa de madera con un
crucifijo encima, y un torrente de sol entrando por el boquete de la
bóveda, con una multitud de moscas bailando a la luz cruda que iluminaba
toda la iglesia y hacía parecer que oíamos la Misa en plena calle…”.
A Maragall, aquella misa después de la violencia anticlerical de la
Semana trágica le parece nueva, un rincón de las catacumbas de los
primeros cristianos. Piensa que la misa siempre debería ser así: puerta
abierta a los pobres, los oprimidos, los desesperados, los odiadores,
para los que fue fundada la Iglesia, y no cerrada, ni “enriquecida por
dentro, amparada por los ricos y poderosos que vienen a adormecer su
corazón en la paz de las tinieblas”. El fuego ha purificado la Iglesia,
ha restaurado al Cristo en su casa. Entrando en esta iglesia quemada se puede encontrar a Cristo, que es verdad y vida. No hay que reedificarla, ni ponerle puertas bien forradas de hierro, ni pedir la protección del Estado…
Hay que leer todo el artículo de Maragall, que recibió la
felicitación y el visto bueno del Dr. Torres y Bages, obispo de Vic,
quién le exhortó a no callar.
No se puede hacer un paralelismo fácil entre Notre Dame quemada y la
iglesia quemada en la Semana trágica de Barcelona, pero es válida la
intuición de Maragall de no reconstruir la Iglesia anterior, sino de
aprovechar la ocasión no para restaurar la Iglesia pero sí para
reformarla. La Iglesia europea debe purificarse y pedir perdón por sus
pecados: cruzadas, inquisición, colonialismo, patriarcalismo y
clericalismo, división entre cristianos, abusos sexuales, alianza con
los ricos, etc., y convertirse en la Iglesia del Evangelio, en la
Iglesia de Jesús de Nazaret, en la Iglesia pueblo de Dios y comunidad
del Vaticano II, la Iglesia de Francisco: una Iglesia pobre y con los
pobres, en salida, hospital de campaña, gozosa y pascual,
misericordiosa, que cuida de la tierra y comunica a todos la alegría del
evangelio.
Imagen extraída de: Público
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*Víctor Codina, nascido na Espanha, é
sacerdote jesuíta e teólogo latino-americano. Licenciado em Filosofia e
Letras pela Universidade de Barcelona, em Teologia pela Universidade de
Innsbruck, e doutor em Teologia pela Universidade Gregoriana de Roma.
Desde 1982 reside na Bolívia, onde
alternou a tarefa de professor de Teologia na Universidade Católica
Boliviana de Cochabamba com o trabalho de formação de leigos e na
pastoral popular. Entre suas últimas publicações, destacamos: Para
comprender la eclesiología desde América Latina (Estella: Navarra,
2008), No extingáis el Espíritu (Santander: Sal Terrae, 2008), Una
iglesia nazarena (Santander: Sal Terrae, 2010) e Diario de un teólogo de
postconcilio (Bogotá: Paulinas, no prelo). Dentre seus livros
publicados em portugués, citamos O credo dos pobres (São Paulo:
Paulinas, 1997).
FONTE: https://blog.cristianismeijusticia.net/2019/05/02/la-iglesia-quemada
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