El prestigioso historiador británico Tom Holland (no el actor) llega con un nuevo libro donde lo antiguo y lo actual se cruzan.
juan de marsilio
domingo, 28 agosto 2022
La
historiografía busca dar una versión lo más exacta y documentada posible
de los hechos pasados, pero también de interpretarlos, en sus causas y
en sus consecuencias, presentando las posturas de bandos y personajes en
conflicto, sin que la toma de partido lleve a ocultar ni tergiversar
evidencia. Fuego persa, del británico Tom Holland (1968), Premio
Runciman 2006 de la Liga Anglohelénica, es un libro a la vez riguroso y
ameno que analiza un momento crucial en la construcción del concepto de
Occidente y la identidad europea: las Guerras Médicas que enfrentaron a una alianza de varias ciudades–Estado (“polis”) griegas con el poderosísimo Imperio Persa.
Cuestiones imperiales
A quien
piense que sólo son interesantes los hechos actuales o la historia
reciente, Holland lo noquea ya desde el prefacio. Plantea el caso de un
profesor de historia que en 2001 propuso que en su colegio, en vez de
estudiar el siglo XX, se estudiasen las Cruzadas. Fue ridiculizado. Pero
tras los ataques a las Torres Gemelas, cuando Bin Laden se refería a
las potencias occidentales como “los cruzados”, la vida le dio la razón:
el pasado seguía presente. En el mismo sentido, estudiar las relaciones
entre griegos y persas antes, durante y después de las Guerras Médicas
puede ayudar a un mejor enfoque de las tensiones actuales entre Oriente y
Occidente. Asimismo, el pantallazo que Holland da sobre cómo los persas
construyeron un imperio y lo mantuvieron por más de dos siglos, y de
cómo los griegos frustraron sus planes para expandirlo más todavía,
ilustra muy bien el funcionamiento de los imperios hasta la actualidad.
Medos y griegos
Los
montes Zagros, al oeste del actual Irán, con sus escarpados riscos y sus
valles poblados de caballos, fueron el hogar de los medos. Estas tribus
de hábiles jinetes y escaladores se unificaron hacia el primer cuarto
del siglo VII a.C., y unos cincuenta años más tarde, al mando del Rey
Ciaxares, en alianza con Babilonia, vencieron a los feroces asirios de
quienes habían sido tributarios.
En su
expansión, los medos pusieron bajo tributo al pueblo persa, tan ario
como sus dominadores. En el 559 a.C., Ciro II, “el Grande”, Rey de
Persia, derrocó a Astiages, de Rey de Media: los medos pasaron a ser un
pueblo sometido. El idioma y las creencias religiosas similares, como
también la inteligencia de Ciro, que sabía ser magnánimo cuando le
convenía, ayudaron a que los medos se viesen como socios de los persas.
Por eso, para los griegos, la palabra medos los denominaba de modo
indistinto.
El
autor explica con claridad cómo los persas pudieron crear y consolidar
un Imperio que iba desde la India, hasta Egipto, el Egeo y las costas
europeas del Mar Negro. Combinaron crueldad y concesiones, sobre todo a
las creencias religiosas de los conquistados, imponiendo también pesados
tributos pero a la vez garantizando la estabilidad para los negocios de
las élites, en los reinados sucesivos de Ciro, Cambises y Darío. Les
era inevitable chocar con los griegos, quienes pese a ser los menos, en
batallas terrestres como Maratón, las Termópilas y Platea, o navales,
como Salamina y Micala, vencieron a los persas en dos guerras, haciendo
posible, entre otras cosas, que llegara hasta el presente esa forma de
vida y gobierno llamada democracia. Holland centra su estudio del bando
griego en las dos potencias principales, Esparta y Atenas, a las que
dedica sendos capítulos, con los que el lector se hará idea de cuánto
tenemos todavía de griegos los occidentales de hoy.
Gloria y miseria
Tras
ser condenado al ostracismo — el exilio era un riesgo frecuente para los
políticos notables de la Atenas democrática— Temístocles (525-460 a.
C.), almirante ateniense en Salamina, terminó sus días en la corte persa
como asesor en asuntos griegos. Era el ejemplo culminante de un
problema endémico en el campo griego: las rencillas internas y la
traición, no sólo entes las polis, algunas de las cuales, como Tebas,
pelearon del lado persa, sino también entre facciones y líderes dentro
de cada ciudad.
Holland
se cuida de endiosar al bando griego y sus jefes —que el lector
occidental tiende a ver como “los suyos” y “los buenos”— pero a la vez
señala con claridad que el espionaje persa, sutil y habilísimo,
sobreestimó el poder de las divisiones entre los helénicos y subestimó
su principal baza estratégica: el coraje y compromiso de los ciudadanos
en defensa de su patria y su cultura. Holland ayuda a comprender que
Spengler, cuando escribió que a Occidente, en última instancia, siempre
lo ha salvado un pelotón de soldados, se equivocaba: a Occidente lo han
salvado una y otra vez los civiles, dispuestos a dar la vida por lo que
les es sagrado.
Estilo
Holland
tiene talento para describir batallas: es claro para exponer los
movimientos de masas sobre el paisaje, y siempre elige con acierto
cuándo enfocar los casos particulares de heroísmo, crueldad o cobardía.
Construye un relato fluido y claro de los hechos, siempre ameno, pero
también riguroso, al reconocer que, sobre hechos de hace dos milenios y
medio, las fuentes dejan lagunas. Donde hay discrepancias, las notas dan
las distintas posiciones, y el autor señala la que le parece más
acertada, sin ocultar las demás. El texto gana belleza cuando le da
cabida al mito y la leyenda, parte fundamental de la mentalidad de la
época estudiada, pero Holland no da pie a que el lector confunda lo
legendario con lo comprobado, o al menos verosímil. Es muy disfrutable
la ironía con que trata las pequeñeces y contradicciones de los grandes
hombres.
En
suma, Fuego Persa, pese a un puñado de erratas, es una ayuda seria,
didáctica y amena para entender un poco mejor quiénes somos nosotros,
los occidentales, así como también la compleja convivencia entre
pequeños Estados y grandes imperios.
FUEGO
PERSA, El primer imperio mundial y la batalla por Occidente, de Tom
Holland. Ático de los Libros, 2021. Barcelona, 496 págs. Traducción de
Diana Hernández.
Historiadora
de Harvard e ferrenha defensora da ciência, Naomi Oreskes fala desde
sobre terraplanistas até a importância de educar a população sobre como se
chega a um consenso científico
Podemos
confiar no que afirmam os cientistas que dizem que as vacinas funcionam?
Será que é seguro acreditar que os gases de efeito estufa estão se acumulando na atmosfera,
aquecendo o planeta, elevando o nível dos mares e causando graves
consequências climáticas? E até quando os dentistas nos dizem que devemos usar
fio dental, será que há mesmo pesquisas confiáveis que comprovem o que estão
falando?
É com
alguns desses questionamentos que a escritora, professora da Universidade de
Harvard e historiadora da ciência Naomi Oreskes abre um de seus livros mais
recentes, com o econômico título “Why Trust Science?” [Por
que confiar na ciência?], que no entanto traduz em um dos maiores dilemas
atuais envolvendo uma desconfiança generalizada naquilo que os cientistas
dizem. “Cada uma dessas questões tem sido colocada em dúvida na imprensa popular
e na internet, muitas vezes por pessoas que afirmam ser cientistas”, ela aponta
no primeiro parágrafo da obra. “Mas será que conseguimos achar sentido em meio
a essas alegações conflitantes?”
Divulgação
Se
depender da autora, a resposta para a pergunta que ela mesma faz é um curto e
sonoro sim. Um dos maiores nomes da pesquisa climática mundial, Oreskes, no
entanto, acabou ganhando fama pela defesa apaixonada do fazer científico, que
vem desenvolvendo há mais de uma década em livros, aulas, palestras e entrevistas.
Havia
algo suspeito porque os cientistas que negavam as mudanças climáticas também
iam contra os danos causados por pesticidas e pelo tabaco
Em 2010,
ao lado do também historiador científico Erik M. Conway, da NASA, ela publicou
o livro “Merchants of Doubt” [ainda
sem uma versão em português, traduzido livremente como mercadores da dúvida]. A
obra foi o resultado de uma longa e profunda investigação sobre cientistas
conceituados ligados à política e à indústria, que participaram de campanhas
para negar e colocar em dúvida pesquisas como as que mostravam que o tabaco
causava câncer ou que apontavam as pegadas humanas do aquecimento global.
“Eu e o
Erik sabíamos desde o início que algo suspeito estava acontecendo porque os
principais cientistas que negavam as mudanças climáticas também iam contra
coisas como o buraco na camada de ozônio ou os danos causados por pesticidas e
pelo tabaco. Eram todos físicos, sem experiência em nenhuma dessas áreas”,
conta Oreskes em entrevista a Gama.
O livro acabou se transformando até em
documentário. Desde sua publicação, a pesquisadora assumiu uma
verdadeira cruzada em defesa da ciência. “O que faço de melhor é pesquisar,
aprender, escrever e me comunicar. Foi o que tentei usar como arma para expor
tudo isso, para que as pessoas pudessem entender melhor e se motivar a
descobrir maneiras de corrigir esses problemas.”
Em “Why
Trust Science?”, ela sai a favor não do método científico, que considera
sujeito a falhas, mas da capacidade dos cientistas de assumir erros e aceitar
novas teorias. Para a historiadora, o que torna a ciência realmente confiável é
o fato de ser construída a milhões de mãos, com todo artigo ou descoberta sendo
submetido a extensas revisões de vários outros cientistas. Assim, o
conhecimento seria construído sobre os ombros de outros pesquisadores que
vieram antes, um processo que já dura mais de 400 anos e a principal razão
porque a ciência consegue alcançar resultados efetivos.
Cética de
uma quebra de confiança entre o público contemporâneo e a ciência, ela fala com
Gama sobre a importância de educar a população sobre como funciona o
consenso científico, a visibilidade dada aos terraplanistas e o trabalho que dá
recuperar a confiança depois que a dúvida já foi plantada.
A coisa
mais importante que os cientistas fazem é ser autocríticos
G |Existe uma impressão de
que a ciência está sendo cada vez menos valorizada. Ela já esteve tão em
baixa quanto agora? Com exceção talvez da época de Copérnico ou Galileu…
Naomi Oreskes |
Essa é a grande pergunta. As alegações de que há
uma crise geral de confiança não são apoiadas por dados. Na maioria dos países,
as pessoas ainda expressam um alto grau de confiança nos cientistas e na
ciência como instituição. Nos EUA, 70% das pessoas dizem confiar na ciência, e
esse número tem sido surpreendentemente estável. As pessoas pensam que tudo
está desmoronando nos últimos anos, mas pouca coisa mudou desde a década de
1970. Não há evidências de uma grande crise de confiança, se com isso queremos dizer
que a maioria das pessoas rejeita a ciência. Por outro lado, os 30% que não
confiam na ciência são o problema, porque essas pessoas são importantes. Em
alguns casos, são pessoas poderosas, como presidentes, líderes de corporações,
pessoas influentes, editores do Wall Street Journal…
G |Por que então temos essa
percepção de que a ciência não é mais respeitada?
NO | Bem, há muitas razões. Francamente, a mídia
desempenhou um grande papel em promover essa ideia. Houve tantas manchetes
sobre isso nos últimos dois anos. A maioria delas, na minha opinião, está
incorreta. Em alguns casos, foram prejudiciais, dando uma impressão errada
sobre o que está acontecendo. Uma reportagem sobre uma crise tem muito mais
chance de chamar a atenção do que uma sobre o fato de estar tudo bem. A mídia
vai sempre atrás da crise.
G |Foi o que aconteceu com a
enorme atenção dada a movimentos absurdos como o terraplanismo?
NO | Outra parte importante da história são as
mídias sociais. Pessoas assim existiam desde o século 17 ou talvez até antes,
mas as redes os tornaram muito mais visíveis. Esse aumento de visibilidade foi
confundido com aumento de importância. E é muito fácil escrever uma história
ridicularizando os terraplanistas porque isso nos faz sentir superiores. Só que
zombar não ajuda. Eu não me importo com os terraplanistas, mas sim com pessoas
que rejeitam as vacinas ou são contra políticas climáticas. E, se quero
entender por que eles têm as opiniões que têm, tirar sarro não vai funcionar.
Essa noção é algo que está em falta em grande parte da mídia.
G |Sob o risco de copiar o
título do seu livro e também soar abrangente demais: mas, afinal, por que
devemos confiar na ciência?
NO | A resposta curta é: porque funciona. As
estruturas básicas da investigação científica estão em vigor há cerca de 400
anos, mais do que a maioria das instituições que conhecemos, com exceção da
Igreja Católica. E ela tem produzido conhecimento confiável em todas as áreas,
que usamos desde para fabricar vacinas, construir tecnologias que tornam nossa
vida mais interessante ou melhor ou para compreender por que a queima de
combustíveis fósseis está causando o agravamento de furacões e inundações. São
tantas as coisas que entendemos graças à ciência moderna… E como a ciência faz
isso? O argumento do meu livro é que não é por causa do método científico. A
coisa mais importante que os cientistas fazem é ser autocríticos. As
comunidades científicas instituem políticas para questionar afirmações,
sujeitá-las a um duro exame crítico e modificá-las diante de novas evidências.
Somente depois que passam por esse escrutínio podemos dizer que algo é um fato.
Então a base para confiar na ciência é a existência desse processo longo e
difícil. Em sua melhor versão, os cientistas estão dispostos a abraçar esse processo,
aceitar críticas e dizer: Ei, eu nunca tinha pensado nisso, mas você pode estar
certo.
É muito difícil combater a desinformação sem uma
compreensão
de por que a pessoa pensa aquilo
G |A maioria das pessoas não
faz ideia de como funciona a ciência ou como se chega a um consenso
científico. Essa é uma das razões que afastam a população?
NO | Uma das coisas que identificamos nos ataques à
ciência é que as pessoas deturpam o processo científico. Se um cientista admite
que uma coisa estava errada, argumentam que então você não deve acreditar em
nada do que ele diz. Eu penso o contrário. Devemos confiar na ciência
justamente por ela ser crítica e aceitar seus erros. Dá para acreditar porque
os cientistas se mostram humildes diante de evidências e dados. Claro que
muitos não agem assim. Alguns são inclusive muito arrogantes, inflexíveis e
falam como se soubessem tudo. Isso pode contribuir para criar uma impressão de
falta de humildade. Eu argumento que os cientistas não devem ser idiotas. Eles
precisam ser honestos sobre o que fazem e até quando cometem erros. A ciência é
um processo de aprendizagem, de descoberta. Quando descobrimos coisas novas,
significa que vamos ter que repensar as antigas. Não é nada para se
envergonhar, e sim para se orgulhar.
G |Há muitos médicos que são
contra as vacinas. Como você explica isso?
NO |Uma parte da resposta é que os médicos não são
cientistas, eles têm uma formação muito orientada para a prática, e não para a
pesquisa. A maioria é bastante ignorante sobre como a ciência opera. Portanto,
eles não estão necessariamente bem equipados para julgar informações
científicas, principalmente se elas mudam rapidamente, como foi na pandemia.
Quando você se forma em medicina, recebe um treinamento científico básico e
rapidamente passa para a prática clínica. Agora você interage principalmente
com os pacientes. Algum deles pode dizer que viu na internet que a vacina foi
feita pelo Bill Gates para nos rastrear com microchips. É de se esperar que a
maioria dos médicos vai dizer que isso não é verdade e explicar porquê. Mas
muitos não estão preparados para responder esse tipo de pergunta e, acima de
tudo, estão muito ocupados. Com sorte, seu médico vai passar 15 minutos com
você. Nesse tempo, não dá para descobrir nada sobre quem você é e por que pensa
essas coisas. É muito difícil combater a desinformação sem uma compreensão de
por que a pessoa pensa aquilo. Então, diria que a prática médica coloca esses
profissionais numa posição muito difícil quando se trata de resolver
complexidades sociais e culturais envolvidas em coisas como a rejeição às
vacinas.
G |No livro “Merchants of
Doubt”, você fala sobre como cientistas conceituados foram influenciados
pela política e a indústria para enganar o público sobre temas como tabaco
e o aquecimento global. Essa é uma prática que acontece hoje?
NO | Certamente. Uma das coisas que vemos na
ciência climática é que a grande maioria dos cientistas faz um bom trabalho,
tem a mente aberta e está atenta às evidências. Mas há outros que são motivados
pela política, dinheiro ou ideologias. Um sinal é que muitas vezes não são
especialistas na área sobre a qual falam. Eu e o Erik [Conway] sabíamos desde o
início que algo suspeito estava acontecendo porque os principais cientistas que
negavam as mudanças climáticas também iam contra coisas como o buraco na camada
de ozônio ou os danos causados por pesticidas e pelo tabaco. Eram todos
físicos, sem experiência em nenhuma dessas áreas. Eram pessoas inteligentes,
com ótimas formações, mas não cientistas do clima ou oncologistas e, no
entanto, se apresentavam como autoridades nessas áreas. O que mostramos no
livro foi que eles eram motivados por ideologias políticas.
O
ceticismo é uma virtude, toda ciência
depende de um ceticismo saudável
G |E é impossível eliminar
totalmente a ideologia da ciência, certo? Sempre vai haver algum viés…
NO | Isso, a ideia de que é possível apagar essas
questões não é realista. O que podemos fazer é deixar claro que temos opiniões,
mas que nossas atividades têm práticas projetadas para garantir que isso não
vai definir a forma como interpreto os dados. Mais uma vez, é por isso que a
estrutura científica é tão importante, porque permite tentar ser objetivo.
Obviamente, quase todos os cientistas tentam ser objetivos, mas ninguém
consegue totalmente. Por isso submetemos nosso trabalho à crítica dos outros.
Quando faço isso, não são meus amigos quem faz as revisões. O que se espera é que
o trabalho se mantenha de pé mesmo quando examinado por pessoas com visões
políticas muito diferentes. Isso também é um argumento a favor da diversidade
na ciência. Quanto mais perspectivas diferentes você puder trazer, maior a
chance de não sucumbirmos ao pensamento de grupo ou a uma pressão para que
todos enxerguem as coisas do mesmo ponto de vista.
G |A gente ouve o tempo todo
que pesquisas e estudos são todos comprados pelo governo, pela mídia, por
políticos… Criar teorias da conspiração e questionar as autoridades sempre
vão ser coisas que atraem parte da população?
NO | Por isso os ataques à ciência têm sido tão
prejudiciais, porque se cria uma situação em que muitas pessoas desconfiam de
tudo. Por outro lado, se você confia em tudo, então não confia em nada. Aí as
pessoas ficam sem saber em quem acreditar ou no que pensar. Isso cria uma
espécie de paralisia, que beneficia alguns, como a indústria de combustíveis
fósseis ou como foi com a do tabaco. É uma das consequências mais prejudiciais
das campanhas de desinformação que vimos. O ceticismo é uma virtude, toda
ciência depende de um ceticismo saudável. Quando reviso um artigo, procuro o
que há de errado com ele, então estou sempre lendo com uma visão meio negativa,
mas uma negatividade que ajuda. Só que, quando chega a um ponto em que não
acredito em nada porque acho que todo o sistema está corrompido, o ceticismo se
torna corrosivo. Meu trabalho é ajudar as pessoas a distinguir entre o
ceticismo saudável e o niilismo.
G |As ciências humanas
costumam ser menos levadas a sério do que as exatas?
NO | Eu nem gosto de falar em ciências exatas,
porque nada no mundo real é exato. Prefiro falar em ciências físicas e sociais.
E não tenho dúvida de que as ciências sociais não são levadas a sério, o que é
uma parte importante do problema. Por isso escrevo bastante sobre questões
sociais. A menos que gastemos muito mais tempo e esforço entendendo as
dimensões sociais do problema, vamos conviver com ele por muito tempo.
G |Como estudiosa, o que te
moveu a focar seu trabalho na defesa da ciência?
NO | A raiva [risos]. Na verdade, foi um acidente.
Há 20 anos, eu estava escrevendo um livro sobre a história da oceanografia, que
inclusive só fui publicar recentemente.
Ao escrevê-lo, me deparei com a história de “Merchants of Doubt”. Na mesma
época, conheci o Erik Conway, que, de forma independente, também se deparou com
a mesma história. Começamos a conversar e percebemos que era algo importante e
significativo sobre o qual ninguém mais estava falando. Então, quando comecei a
aprender e descobrir coisas, fiquei com raiva. Percebi que essa história
precisava ser contada, as pessoas precisavam saber o que estava acontecendo. E
devemos mesmo ficar bravos com isso. Um dos meus lemas na vida é transformar
raiva em ação. As pessoas dizem que é ruim ficar com raiva, mas eu não acredito
nisso. A raiva é a resposta apropriada para atividades nefastas e desonestas.
Só que, sem ação, ela não serve para nada. E, no meu caso, essa ação é a
erudição. Sou uma estudiosa, uma professora. O que faço de melhor é pesquisar,
aprender, escrever e me comunicar. Foi o que tentei usar como arma para expor
tudo isso, para que as pessoas pudessem entender melhor e se motivar a
descobrir maneiras de corrigir esses problemas.
Crianças indígenas do povo Xokleng Laklano brincam em aldeia de Santa Catarina
Foto: Amanda Perobelli /Reuters 15.08.2021
Historiador
da infância e da juventude explica ao ‘Nexo’ como o conceito de ser
criança mudou ao longo do tempo e quais fatores podem afetar essa ideia
no futuro
Antes
de revoluções burguesas que ocorreram no século 18 – como a francesa e a
industrial – o conceito de infância como entendemos hoje era
inexistente. As crianças eram vistas como mini-adultos, sem proteção ou
direitos, e o alto índice de mortalidade infantil resultava numa menor
atenção aos primeiros anos da vida.
Com a evolução de áreas
do conhecimento como medicina, pedagogia e psicologia, a inserção de
teorias que designaram a família e a infância “ideal”, uma mudança
positiva foi proporcionada na educação e políticas públicas. Por outro
lado, para o pesquisador da historiografia infantil Eduardo Silveira
Netto Nunes, a imposição de uma imagem idealizada sobre o que é ser
criança criminaliza a pobreza – e traz a ideia de que, se criada fora do
padrão, a criança torna-se, automaticamente, uma ameaça social.
Nesta entrevista, Nunes fala ao Nexo sobre como a ideia de infância se formou, e as maneiras como esse conceito ainda está em disputa e transformação.
Doutor
em história social pela USP (Universidade de São Paulo), Nunes leciona
na UFAC (Universidade Federal do Acre) e é coordenador do Grupo de
Trabalho de História da Infância e Juventude da ANPUH (Associação
Nacional de História – seção SP). Abaixo, os principais trechos da
conversa.
Quando o conceito de infância passou a ser entendido como o entendemos hoje?
Eduardo NunesDurante
certo tempo existiu a ideia de que não havia infância propriamente
dita. Antes do século 18 e 19 de maneira especial, a criança era
entendida como um adulto em miniatura. Por influência de um autor
francês, chamado Philippe Ariès, se entendia que a infância teria
aparecido junto com a emergência da chamada sociedade burguesa a partir
do século 18.
Esse autor, que ainda é muito
influente nessa interpretação, afirma que existe um momento da vida
específico que marca essa fase, dos 4 aos 14 anos. Do nascimento até
essa idade, a criança viveria uma fase em que não havia muita dedicação,
porque a mortalidade infantil era muito grande. O Ariès também
incorpora essa visão da infância ideal, com a família nuclear de pai,
mãe e filhos, em uma casa de alvenaria, com o quarto da criança e os
cuidados. E que o que estiver fora desse padrão é visto como um
problema.
A partir do momento que consideramos que a
infância parte da relação com os adultos, entendemos que todas as
sociedades construíram as suas infâncias. Essa infância da sociedade
burguesa, industrial, dos países ocidentais, não é o único parâmetro.
Porque são modos de pensar normativamente um tipo de infância. Nós como
estudiosos buscamos pensar nas infâncias de cada época que não
necessariamente se adequam ao padrão defendido pelo Ariès.
Países
como o Brasil não se inserem nessa dinâmica histórica. Você teria, até
os dias de hoje, uma infância que vive mais próximo disso, que seria a
infância da classe média, e outra que nunca viverá isso, a infância mais
humilde, popular, ribeirinha, indígena.
O sr. pode citar fatos históricos que contribuíram para essa mudança?
EDUARDO NUNES
A emergência das revoluções burguesas fizeram emergir um novo tipo
social, particularmente do século 18 em diante, com as revoluções
francesa e industrial. É quando as crianças começam a receber um
investimento social, que fica mais agudo e forte no século 19 e 20.
Essa
classe burguesa, que diferenciava-se da aristocracia e dos plebeus,
emerge e passa a construir uma dinâmica de vida. Entenda-se classe
burguesa como se fosse a classe média hoje, em que não há grandes
posses, mas que também não é tão empobrecida. Ela vai atribuir um valor
grande a uma concepção de família, que conhecemos como família nuclear
burguesa: pai, mãe e filhos. Em contraposição à aristocracia, que forma o
seu patrimônio pela hereditariedade, a sociedade burguesa se distancia
dessa dinâmica e se constitui em torno da família, com patrimônio
construído pelo trabalho e herdado pelos filhos. Nessa mudança de
dinâmica, as crianças passam a ser valorizadas e a família passa a
dedicar atenção à sobrevivência.
A
Revolução Francesa, demarcação de um chacoalhar da ordem aristocrática,
tensiona as ordens aristocráticas e faz uma reforma da educação
moderna, que atribui também à escola a responsabilidade pela infância. A
Revolução Industrial também reproduz uma nova dinâmica, empurrando
famílias e crianças para a cidade, e foi fundamental para a criação de
infâncias escolarizadas. Na mesma ideia de hoje, de formação para o
futuro, que é construído pela ideia da criança como “folhas em branco”.
Na
dinâmica estatal, a finalidade é formar cidadãos leais, que se
identifiquem com a ideia de pátria e país, para que possam ser soldados
no futuro em um ambiente de Estados-nações em conflitos militares que
vão precisar de soldados para lutar nas guerras. As crianças passam a
ser importantes para os Estados-nações e nova ordenação da vida social,
tanto para criar famílias tanto como para criar uma população
identificada e leal a uma nação e a um Estado, estratégico para seu
estabelecimento e continuidade.
Na dinâmica familiar,
forja o sentimento da vida doméstica que não era comum antes: de uma
casa, com os pais, com o quarto da criança, com o amor. Esse sentimento
chamado amor, de amor filial, foi construído culturalmente, não vem
desde sempre.
Qual o peso das contribuições acadêmicas de áreas como psicologia e pedagogia para essa evolução?
EDUARDO NUNES
Temos o desenvolvimento da pedagogia como a ciência que vai lidar com
essa invenção das infâncias, o da psicologia, de maneira especial no
final do século 19, que vai levar muito em consideração a experiência da
vida familiar a íntima e na construção da ideia de paternidade,
maternidade e filiação.
As áreas de conhecimento vão inventar
novas infâncias dentro da pedagogia, da psicologia, da assistência, da
medicina, com expressão maior na primeira metade do século 20. Na
medicina, por exemplo, foi realizado um grande investimento na redução
da mortalidade infantil, com a criação de maternidades, de clínicas de
saúde infantil, de manuais de conduta para pais e mães, que surgem de
maneira especial no fim do século 19 e século 20, e viram um guia de
como ser uma mãe e um pai “corretos”, que valoriza o investimento
sentimental.
Hoje,
temos mulheres que têm depressão pós-parto, por exemplo, e há uma
tentativa de compreensão. Antes, isso era visto como negligência e falta
de amor. Porque os manuais diziam: a mãe é uma abnegada, tem que amar.
Vai se construir um referencial moral e normativo de tentar induzir
sensibilidades que nem sempre, na vida concreta, as mães conseguiam dar
conta. Isso são construções que essas áreas do conhecimento – medicina,
pedagogia e psicologia – farão.
No Brasil, quais foram os principais marcos históricos e legais na mudança de percepção sobre a infância?
EDUARDO NUNES
Enquanto na Europa, em termos históricos, passávamos por essa era
moderna, no Brasil e na América estávamos passando por processos que são
a continuidade de uma sociedade escravista, patriarcal e colonial. Se
você pegar 1850: a infância vivida na Europa não era a das crianças
indígenas brasileiras. Como eram as infâncias das crianças escravizadas?
Sim, elas tinham infância. Não essa infância idílica, bucólica. Era
dura, pesada, mas havia.
Essa realidade ideal da infância,
da propaganda de margarina, é parte de uma realidade brasileira que não é
a experiência de um contingente gigantesco de crianças, e elas não
viveriam infâncias. Nós como historiadores da infância tensionamos essa
ideia de uma infância ideal e vamos trabalhando com a ideia de que a
experiência infantil são as vidas que as crianças vivem e que os adultos
que se relacionam com elas constroem com elas.
Nós
tivemos desde a Proclamação da República [1889] olhares diferentes para
as crianças e suas infâncias. Teremos uma tentativa de construção de
infância de um modelo ideal entre classes mais abastadas, que passa pela
escolarização e aquisição de patrimônio cultural. Durante o século 20
no Brasil se teve o entendimento, na legislação, de que as crianças
podem ser o futuro, mas também podem ser um potencial risco à ordem
coletiva.
A criança pobre será vista pela classe média e
pela ordem legal de maneira sempre suspeita: o que será que vai
acontecer com essa criança? Ela vai ser um delinquente, ela vai ser um
problema? Ela está vivendo de um jeito que não é exatamente o “correto”.
Teremos a história das crianças sendo objeto de intervenção do Estado
pela condição de pobreza. Nós vamos cunhar um termo que é a
criminalização da pobreza, a estigmatização de ser pobre. Quem é pobre
no Brasil ao longo do século 20? São os filhos, os descendentes de escravos e escravas, as crianças libertas.
Depois
do final da escravidão, temos no Brasil as primeiras leis que vão lidar
com crianças. Primeiro o código criminal da República, de 1893, e
depois a lei Mello Mattos, de 1926, que vai estabelecer o chamado
direito para as crianças pobres [também fixou a menoridade em 18 anos].
Esse código criou um aparato normativo de que todas as crianças pobres
podem sofrer intervenção do Estado brasileiro pela condição de que não
vivem a infância “ideal”. Essa lei coloca as crianças vulneráveis como
tuteladas pelo Estado, porque vivem, pressupostamente, como
desajustadas, segundo a norma do que seria a boa infância.
Ao
longo do século 20, essa legislação passou por mudanças, o que permitiu
ao Estado o direito de colonizar as famílias pobres. Seja através da
retirada da família e colocação em internatos, do medo de que as
famílias podem perder a guarda das crianças, seja através da regulação
de sub trabalhos das crianças, que se chamava de contrato de soldada,
quase uma continuidade de um trabalho doméstico de crianças submetidas à
escravidão. Vamos ter um contingente gigantesco de crianças que vão ser
literalmente sequestradas e colocadas em famílias mais abastadas e que
serão as “criadas”, o “quase um filho ou uma filha”.
Essa
tutela do Estado culminou depois, a partir da ditadura militar
(1964-1985), na criação dos sistemas da Febem [hoje Fundação Casa], e
interfere de modo mais numericamente amplo nas famílias pobres. Aí sim,
nesse período da ditadura, ser criança pobre é uma patologia muito grave
aos olhos do Estado e da sociedade, nomeando-a como criança em situação
irregular.
Classificar crianças pobres como patologia é
completamente ruim, a criminalização da pobreza é uma das maiores
ameaças à infância. Porque se entende que não existem formas diferentes
de viver uma infância digna, que não existe possibilidade de se viver
infâncias diferentes. E se cria a ficção de que viver a infância na
classe média é um paraíso: as crianças não são abusadas física e
psicologicamente. E quando tem algum problema, se lida secretamente com
ele: você vai bater na porta do psiquiatra e do psicólogo, não da
polícia. Casos muito raros da classe média acontece isso: de os pais
perderem a guarda.
No Brasil, como é a vida
de uma família popular? É a de mãe solo, em muitas e muitas gerações.
Durante o período colonial no Brasil [1530-1815], em São Paulo, as
chefes de família não eram os homens. Os bandeirantes e tropeiros iam
para dentro dos territórios, e a urbe em São Paulo se constituía
majoritariamente por mulheres chefes de família. Ao invés de ter
patriarcados, tínhamos matriarcado em uma sociedade patriarcal. As mães
que faziam a vida das famílias acontecerem, famílias que não eram
nucleares e burguesas.
Temos uma quantidade enorme de
crianças que têm uma experiência de relação familiar com mulheres: a
mãe, as avós, as tias. O pai, muita das vezes, é quando muito um nome na
certidão de nascimento, ou uma pensão. Portanto, como se dá a
experiência infantil dessas crianças? Essas crianças vivem infâncias? A
infância brasileira, desde sempre, é muito diversificada, como as
infâncias indígenas. Temos centenas de povos e culturas diferentes, e
cada povo terá um modo específico de lidar com as suas crianças. Ao
invés de defender uma infância normatizada, temos que entender essa
comunidade, esse povo, essa cultura. Para aí sim compreendermos quais
são as infâncias que eles concebem para os seus pequenos.
A
Carolina Maria de Jesus (1914-1977), tem um trecho no “Quarto de
Despejo: Diário de uma Favelada” [livro publicado em 1960, sua obra
mais], em que ela fala dessa condição de ser mãe trabalhadora, de ser
mãe solo e ter crianças consigo, é uma condição sob constante
vigilância. Por vezes, ela pode trazer consequências mais graves ou ser
só uma “ameaça”, e a política pública não considera essa pluralidade.
O que muda com o ECA [Estatuto da Criança e do Adolescente, Lei 8.069 de
1990]: a afirmação de diversos grupos de luta social, como movimento
nacional de meninos e meninas de rua e de mulheres trabalhadoras, que
vai partir da ideia de que essas crianças vivem suas infâncias de forma
dramática, mas constroem suas dinâmicas a partir do que pode se viver.
Não são uma patologia, não são criminosas. Vivem a condição de criança
de forma peculiar e a sociedade precisa compreender como se experimenta
essa infância, para aí sim pensar as políticas públicas que, ao invés de
punir porque se vive dessa maneira, vai buscar viabilizar que se viva
dignamente a condição de criança. Ela não será mais concebida como
criminalizada, de alguém que demanda sanção, mas sim que demanda
atenção, atendimento dos seus direitos.
Há
uma mudança brutal e profunda na maneira como o Estado e a sociedade
lidam com a pluralidade das infâncias. Na perspectiva de que é direito
viver sua condição dignamente, que possa brincar, viver sua saúde, ter
oportunidade pela escolarização, que tenha espaços de lazer e exerça sua
autonomia. Essa emergência da afirmação que é direito viver múltiplas
infâncias é um ponto bastante importante nessa movimentação que culminou
no ECA.
A ideia de infância está em transformação atualmente? Qual pode ser esse futuro?
EDUARDO NUNES
Continuamos a ter uma certa disputa pela compreensão dessas infâncias.
Existem ainda no Brasil grupos como professores, juízes, entre outros,
que não compreendem a ideia de infância plural. As múltiplas infâncias
não são uma questão de escolha, mas de construção da vida social. E isso
ocorre não só no Brasil, mas em todo o mundo. As infâncias dos
imigrantes na Inglaterra não são as mesmas de ingleses com condições
abastadas.
Como uma afirmação mais absoluta, podemos dizer que
hoje temos maior abertura para essa multiplicidade de infâncias,
gerações de gestores e gestoras públicas que atuam dentro de uma
concepção ampliada. Porém, há forças reacionárias dessa concepção, com
uma ideia essencialista de infância e família, que não consideram a
historicidade das múltiplas infâncias e às vezes até esquecem de como
foi a sua própria infância.
A política do governo federal
atual é carregada de exemplos desses freios às múltiplas infâncias. Da
ideia do “meninos usam azul e meninas usam rosa” [fala da ex-ministra da
Mulher, Família e Direitos Humanos, Damares Alves,
em janeiro de 2019], temos a afirmação de uma construção sociocultural
que as crianças têm que representar uma identidade de gênero que vai
sendo delimitada no processo da construção da vida. Exige-se uma
identificação para levar adiante os valores patriarcais no Brasil, que
produziram muita dor e sofrimento na história, em relação às crianças e
às mulheres.
Outro exemplo são as escolas cívico-militares.
Na norma, elas são destinadas a crianças e adolescentes pobres, vistas
pelo Estado como ameaçadoras. A figura policial na escola, da disciplina
militar, é uma ideia de submissão à força.
Entendemos que
a educação brasileira tem grande potencial de levar em consideração as
múltiplas infâncias, com a mudança da dinâmica escolar entendendo-as
como diversas. Além de construir e promover nas cidades espaços de lazer
pensados para as crianças, para que elas tenham a experiência da
cidade. Outro ponto é o financiamento educacional. Temos uma legislação
que é o custo qualidade-aluno
[indicador que mostra o valor necessário de investimento ao ano por
aluno em cada etapa escolar], para que a criança tenha garantido todos
os seus direitos, que esse dinheiro esteja presente nos orçamentos
públicos. O fortalecimento de medidas protetivas também é essencial.
Temos uma capilaridade nessa estrutura, com os conselhos tutelares por
exemplo, mas nem sempre há verba para que eles exerçam a fiscalização
devida. Essa é a parte do dinheiro.
Outra parte é do
imaginário: é preciso que circule mais a ideia de pluralidade de
infâncias. Que leve em consideração as infâncias reais, e não as
imaginadas. A família real não é pai, mãe e filhos, mas uma família que
se impõe como realidade. Tem as famílias nucleares, mas que também não
são perfeitas. Tem crianças órfãs,
algo que aconteceu muito na pandemia de covid-19, o que implica que
muitas crianças não vivam essa ideia de infância “ideal”, frente a essas
místicas de que só existe um modo de família
“Juntar-se com adversários para lutar contra os antagonistas” (Paulo Freire).
Beba água (se possível, um golinho
a cada pergunta), tente não perder (sem forçar) o sorriso e fique
repetindo mentalmente: eu tenho que ser eu mesmo; eu tenho que ser eu
mesmo…
Se você estiver sentado (exposto)
na cadeira mais assistida do país de dimensões continentais, você está
ali porque gosta – e somente pensa em aproveitar. Tudo fica melhor
quando a gente se sente bem.
Tão importante quanto a fala do
candidato, é a sensação que ele, o seu corpo, sua expressão, nos
transmite. Quem segue o Lula há muitos anos, até gosta de perceber a
evolução com que se apresenta.
Eu me lembro de estar num bar, em
Olinda, no ano 1989. Eu era um jovem iniciando-me na política, por causa
de uma paquera, uma menina linda. Assistíamos juntos, centenas de
pessoas, um debate eleitoral na TV, entre Lula e Collor. Este, nascido
da aristocracia alagoana, sacou da manga da camisa um dizer-se mais
pobre que Lula: tinha até, em casa, um equipamento de som mais modesto
que o petista; mentia Collor de Melo, conseguindo impressionar milhares
de brasileiros. Até da marca eu lembro: Gradiente.
O fato é que ontem, assistindo a
entrevista de Lula na Rede Globo, pensei naquele tempo em que ficávamos
em casa repetindo: “diga isso, Lula; não deixe de falar aquilo; mencione
aquele imprescindível tema”. Falar isso, no sofá de casa, é fácil. É
igual a assistir jogo de futebol e – desprezando toda a carga emocional
pesando sobre as pernas dos jogadores – ficar repetindo: “esse gol, até
eu faria”.
Eu discordo muito do Lula. Me
sinto capaz de elencar uma série de assuntos em que me imagino
(soberbo!) debatendo privilégios com ele (que eu e ele temos). Ou sobre
intolerância ANTIfascista (antídoto contra intolerância fascista). Ou
sobre a primeira vez na história em que metade da população (a feminina)
se sentiu representada ao sentar-se na cadeira da Presidência da
República e olhar na cara de 500 anos de Patriarcado… Vários temas. Mas,
quem sou eu? E quem é esse cara, o Lula?
Naquela época, da paquerinha, eu
entrei no partido que ele fundou. Perto do tempo em que foi preso,
injustamente, pela ditadura militar. Logo, comecei – internamente,
dentro de um PT cheio de tendências políticas diversas (não antagônicas;
sim divergentes e complementares) – a fazer parte dos grupos internos
mais críticos. Sempre “mais à esquerda” que ele. Meti o pau. Bati boca.
Quase cheguei à ir pra pôrrada, como bom machistinha testosteronado.
Congresso da CUT, do PT, da UNE. Tempo bom.
Sabe no que deu tudo isso?
Todas as poucas vezes (somando
todas, podem chegar a uma dezena; e isto muito me impressiona, ao forçar
minha própria memória) que estive presencialmente com o Lula,
declarei-me absolutamente incapaz de contra argumentar qualquer coisa
que ele falasse. Alguém mais já passou por essa sensação?
Mesmo ao seguir pensando que eu
estava plenamente correto, O Monstro era capaz de convencer-me de tudo
absolutamente ao contrário. Desenvolveu extraordinária capacidade de não
somente demonstrar-te – nos conteúdos em que fala com imensa
propriedade-, mas de influenciar o Sentimento do Interlocutor. Como?
Transmitindo os 3 valores que ontem, ele, Lula, mencionou. 3 valores que
ele apresentou, quando metade de um país gigante parou para assisti-lo
na Globo. A rede de televisão que já tentou de tudo para maquiar e
manipular a história contra o partido que Lula criou. A verdade vence.
Credibilidade, Previsibilidade e Estabilidade.
Credibilidade (Confiança no cara),
Previsibilidade (Confiança no rumo) e Estabilidade (Confiança na
História de Vida). Transmitir Respeito pelo interlocutor: e não
interromper a mulher, jornalista. Dar-nos a sensação (Previsível): esse
sujeito, eu já bem o conheço. E transformar Estabilidade em Paz. E Amor.
Ele, Lula, ganha em presença.
Sentirá isso, ao ler esse texto, quem lembrar-se de haver estado, algum
dia, diante dele, falando com ele, fazendo uma foto com ele, escutando-o
o falar em qualquer ato político. E também, surpreendentemente, sentado
no sofá de casa, assistindo à televisão e sentindo como se o cara
estivesse sentado ao seu lado, no sofá, com a cerveja aberta, de bermuda
e chinelo, assistindo um jogo de futebol. Jamais esqueço do vendedor de
amendoim, na praia, que me disse, orgulhoso, olhando nos meus olhos:
Lula me disse que eu posso. Antes de Obama, do Yes, I Can.
Sabe fazer isso como ninguém.
Pois, em números absolutos, nenhum
líder mundial já esteve com tanta gente, presencialmente, em tantos
anos de caminhada. Pense nisso, se ainda não parou pra pensar. Quantos
ministros de educação em um único governo fascista? Em quantos partidos
transitou o Tchutchuca? E o Lula? São quantos anos já, que desse
pernambucano o Brasil – e o mundo – não param de falar? O cara estava
condenado à morte, pela fome, na sua infância. Quem ousa falar de fome
na cara de um cara desses?
E acabo com uma historinha.
Fiz a mesma pergunta, duas vezes,
em Brasília e em Barcelona, ao fotógrafo oficial do Lula, Ricardo
Stuckert: “é verdade que você pegou meu e-mail para enviar-me essa foto
com o Lula, igual que fará com todas essas inúmeras outras pessoas? Dá
pra confiar que essa foto irá nos chegar?”.
Sim. A foto chegou no meu e-mail e
ainda hoje segue chegando em milhares de casas do gigante Brasil (com
as novas tecnologias, esse recurso, do e-mail, pouco se usa). Observe
como ele gosta de deixar-se fotografar. Já o vi atrasar um almoço em
duas horas, pra repartir-se em selfies com o povo.
Explicou-me um ex-assessor de
Lula, o falecido Marco Aurélio Garcia, numa visita ao Palácio do
Planalto. “Você imagina o impacto que tem uma foto com o Lula – o
primeiro Presidente Latinoamericano que dormiu no quarto ao lado da
Rainha da Inglaterra, no Palácio de Buckingham – pendurada essa foto da
Dona Maria abraçada ao Lula, na parede da casa dela, no Sertão de
Pernambuco?”. Isso não é campanha eleitoral. Isso é um projeto político.
Até mesmo uma fala programada, de tantas vezes repetida, começa a sair
espontaneamente. Não é que seja bom ator. É que o personagem já o
incorporou. Vem de dentro.
Daí que, não é que ele, Lula, voltou a ser candidato. A pergunta é: “e quando foi que ele deixou de ser?”.
Atenção. Seguirei discordando do
Lula em várias coisas. E seguirei gostando que ele me convença a seguir,
eu, depositando nele a minha confiança. Confiança pra votar é fácil. Eu
confio é em pedir voto.
Agora mais que nunca. Porque não
se trata de eleição a cada quatro anos. Porque, mesmo divergindo,
estamos falando de um mesmo projeto político. E os nossos antagonistas,
assumiram que são – cada vez mais – fascistas.
Se você não gosta do cara, prepare-se. E jamais se aproxime. Sua monstruosidade contagia. É a política!
(Aliás, Política é isso; o resto é resto). Aquele abraço.
A opinião do/a/s autor/a/s não necessariamente representa a opinião de Desacato.info.
@1flaviocarvalho @quixotemacunaima. Sociólogo e Escritor.
“Não abuse do seu poder sobre eles. Em vez disso, use
seu poder como modelo e guia para capacitá-los a discernir e abraçar
quem eles são chamados a se tornar. Uma palavra de encorajamento, um
gesto de apoio, pode ser todo o encorajamento que um aluno precisa
naquele dia para perseverar”, escreve o jesuíta estadunidense Ryan Duns, professor assistente de Teologia na Marquette University em Milwaukee, em artigo publicado por America, 12-08-2022. A tradução é de Wagner Fernandes de Azevedo.
Eis o artigo.
Quase uma década atrás, escrevi esta lista de “melhores práticas” para o The Jesuit Post para ajudar os novos professores quando eles fossem para a sala de aula. Escrevi pensando no ensino médio, mas
ao reler os conselhos, acho que também se aplica a alunos de escolas do
ensino fundamental e superior. Eu editei alguns deles para torná-los
mais nítidos.
Deixe-me enfatizar: estas dicas são baseadas em minhas próprias
experiências na sala de aula. Se fui um professor de sucesso, deve-se
muito à qualidade dos alunos que tive o privilégio de ensinar, à minha
própria personalidade e aos sábios conselhos de sábios professores. A
cada uma dessas recomendações, então, eu acrescentaria um tantum quantum inaciano:
na medida em que forem úteis, use-as; na medida em que não forem,
ignore-as. Eu não sou um guru, apenas um cara que teve que aprender
(muitas vezes por reprovação) a fazer o seu caminho na sala de aula!
Categoria Nº. 1: “Preste atenção neles”
1. Ao contrário dos estereótipos populares, os adolescentes não são superficiais.
Eles simplesmente não sabem que são profundos... ainda. É sua
responsabilidade descobrir dons latentes e profundezas ocultas. Estão
lá.
2. Não tenha medo de fazer perguntas profundas.
Desenvolva estratégias para falar sobre assuntos delicados, mas tenha
coragem de envolvê-los. Além do conteúdo do curso, você está ensinando
um estilo de pensar e dialogar que nosso mundo precisa hoje. Ensinar os alunos a escutar, a pensar de forma crítica e reflexiva e a responder com respeito: isso é ensinar-lhes uma maneira de ser humano.
3. Reserve um tempo para ler e comentar o trabalho
escrito. Envolver-se ativamente com o trabalho deles permitirá que você
aprenda sobre eles e, ao sinalizar seu interesse no trabalho deles,
fornecerá uma abertura para novas conversas.
4. Lembre-se que a menor unidade da sala de aula não
é o aluno. É o subgrupo de alunos. Observe como eles se organizam em
panelinhas. Muito do comportamento de atuação não é direcionado a você,
mas é uma tentativa do aluno de garantir um lugar no subgrupo. Ao olhar
para sua sala de aula e ver como os alunos se subdividem, fique de olho nas margens e fronteiras. É fácil querer ser o professor popular e se engajar com as crianças populares.
5. Vá a eventos esportivos, assista a apresentações culturais, danças de acompanhantes e clubes moderados. Se você se interessar pelos alunos,
eles estarão mais aptos a se interessar pelo que você está ensinando.
Não se esqueça das crianças à margem – algumas só precisam de um pouco
de persuasão para ajudá-las a encontrar sua tribo.
7. É verdade que ‘ninguém conhece você como você conhece você’.
Mas você sempre pode se conhecer melhor. E quanto melhor você se
conhece, menos você estará inclinado a impingir suas fraquezas em seus
alunos (e colegas professores). O Oráculo do Conselho de Delfos permanece sólido: Conhece-te a ti mesmo!
8.Não abuse do seu poder sobre
eles. Em vez disso, use seu poder como modelo e guia para capacitá-los a
discernir e abraçar quem eles são chamados a se tornar. Uma palavra de
encorajamento, um gesto de apoio, pode ser todo o encorajamento que um
aluno precisa naquele dia para perseverar.
9.Não faça deles o centro de sua vida,
porque você não é o centro da vida deles. Eles são importantes para
você, mas você precisa se lembrar de quem está no centro de sua vida. Eu
rezo antes de dormir todas as noites para adormecer pensando naquele
que é o centro da minha vida. Eu sugeriria tal prática a qualquer um.
Quem está no fundo do seu coração? Deixe que este seja o seu centro de
gravidade.
10. Todos os dias, ao preparar suas aulas, você está
pondo a mesa para seus alunos. Muitos são exigentes para começar a
comer, então se resigne a servir nuggets de frango e batatas fritas no
início. Com graça e paciência, você vai tê-los comendo
sushi, filé e bebendo os vinhos finos de sua disciplina até o final do
semestre. Um semestre, ou um ano, é um longo banquete. Aproveite e
saboreie.
11.Você não será uma lenda viva no final de sua primeira semana. Ou, nesse caso, seu primeiro ano.
Categoria Nº 3: “Truques do Professor Técnico”
12. Crie tarefas para ajudá-los a pesquisar. Aumentar o nível de dificuldade é bom,
especialmente se você os encorajar e construir sua confiança. Esta é
uma geração com medo de estar errada. Incentive-os a fazer uma boa
pergunta e arriscar respondê-la. Se acertarem, comemorem; se errarem,
ensine-os a rir de seus erros e mostre-lhes como corrigir seus
pensamentos.
13. Os alunos descartam os deveres de casa. Eles não
descartam provas antigas. Se você reciclar provas, esteja preparado
para trapaças.
14. Eles trapaceiam. Não leve para o
lado pessoal. Também não facilite: experimente novas solicitações de
redação, novas perguntas de teste, diferentes versões de testes. Leva
tempo, mas prefiro gastar tempo de forma construtiva do que perder tempo
acompanhando questões de integridade acadêmica.
15. A transparência é sua amiga. Se
sua escola usa um boletim de notas online que os pais podem acessar,
atualize-o com frequência. Se houver problemas com os alunos, avise os
pais. Alunos mais jovens (calouros e alunos do segundo ano)
provavelmente precisam de avaliação contínua e, portanto, muitas notas.
Para estudantes universitários, certifique-se de entrar em contato com o
orientador do aluno se sentir algo errado.
16.Não grite. Acrescenta energia negativa ao ambiente e é um sinal de que você perdeu o controle.
17. Todos nós sabemos como é ter que trabalhar quando não estamos nos sentindo bem. Lembre-se também de que as crianças podem se sentir cansadas e esgotadas. Dê-lhes o benefício da dúvida – se uma criança estiver sonolenta ou doente, desista.
18. É melhor preparar demais do que preparar de menos.
19. A tecnologia
não faz um professor. Modismos e bugigangas não podem substituir um bom
professor. A tecnologia é uma ferramenta, não um substituto.
Categoria Nº 4: “Ame-os”
20.Ame-os. Muito depois de terem
saído de sua sala de aula, anos depois de terem esquecido o conteúdo do
seu curso, eles se lembrarão de você. Você está, goste ou não, assumindo
um papel na história da vida deles. Você contribuirá com um capítulo ou
uma nota de rodapé? Você se permitirá ser um personagem principal ou
interpretará apenas um papel coadjuvante? Seu apoio amoroso gerará dentro deles sua própria liberdade de assumir riscos e discernir o chamado de sua vida.
21.Uncle Mame disse: “A vida é um banquete, e a maioria dos otários está morrendo de fome.” Assim como cozinhar, ensinar é uma arte.
Dê todo o seu coração a isso e saiba que – embora a lição de cada dia
possa não sair como você esperava ou esperava – você está dando o seu
melhor e que seus alunos serão alimentados. Às vezes
eles nem sabem que estão com fome; mas com a sedução certa, você
descobrirá que eles estão bastante ansiosos para se “aconchegar” e
provar o que você preparou.
* Professor assistente de Teologia na Marquette University em Milwaukee
Entre a miríade de categorias que se sentem ofendidas por razões de gênero ou etnia ou por alguma cicatriz histórica a desenterrar, sente-se a falta dos ateus e dos agnósticos estadunidenses (certamente haverá algum, além de Woody Allen). Falando em violação dos direitos da pessoa, qual é mais macroscópica, e qual é mais atual do que a decisão de vários estados republicanos, sendo o último o Texas, de pendurar nas escolas o cartaz “Cremos em Deus”? E quem não acredita o que pode fazer, ficar calado e envergonhado, sentir-se indigno da comunidade, buscar refúgio na Europa, aceitar a exclusão de cabeça baixa, como se fosse uma grave culpa?
O comentário é do jornalista, escritor e roteirista italiano Michele Serra, publicado por La Repubblica, 24-08-2022. A tradução é de Luisa Rabolini.
A desculpa formal é que "In God we trust" é o lema nacional, de forma que o arrogante fundamentalismo neocristão
que está colocando de joelhos a chamada "primeira democracia do mundo"
pode cavalgar o equívoco nacionalista para justificar tamanha obtusa violação dos direitos dos não-crentes de se sentirem, com igual dignidade, cidadãos americanos.
Mas é, justamente, uma desculpa, tão válida quanto Salvini que participa de comícios com o rosário na mão, é a política
em estado puro, submissão ideológica na forma odiosa do conformismo
religioso que se impõe como Verdade comunitária, e até mesmo como Verdade estatal.
Ficamos extremamente irritados, e com razão, com o Patriarca Kirill e com as teocracias islâmicas, mas o que dizer dos sete estados da "primeira democracia do mundo" que colocam a fé cristã como condição identitária da sociedade?
E, portanto, quando terá um #MeToo daqueles que se sentem violados, profundamente, pelo fanatismo neocristão que considera a existência de Deus (o seu, obviamente) uma obrigação pública?
"Vuelve otra vez! ¡Con todos tus suplicios! Vuelve a mí... Mis lágrimas, a torrentes, discurren en cauce hacia Ti"
El
filósofo Friedrich Nietzsche, quien proclamó «Dios ha muerto» y ha
influido en el pensamiento de tantos ateos, expresó así, cuando tenía 44
años, su búsqueda desesperada:
Dame amor… ¿quién me ama todavía? ¿quién, aún, me da calor? Tiéndeme manos ardientes, dale un brasero a mi corazón… ofrécete, sí, entrégate a mí, ¡tú, el más cruel enemigo! ¿Huyó? Él mismo ha huido, mi único compañero, mi gran enemigo, mi desconocido, ¡el Dios verdugo! ¡No! ¡Vuelve otra vez! ¡Con todos tus suplicios! Vuelve a mí, ¡al último solitario! Mis lágrimas, a torrentes, discurren en cauce hacia Ti, y encienden en mí el fuego de mi corazón por Ti. ¡Oh, vuelve, mi Dios desconocido! Mi dolor, mi última suerte, ¡mi felicidad!
Esta
desgarradora oración está recogida en la compilación de 2.397
fragmentos póstumos del gran filósofo del siglo XIX recopilados por
Friedrich WürzbachDas Vermächtnis Friedrich Nietzsches: Versuch einer neuen Auslegung allen Geschehens und einer Umwertung aller Werte
(El legado de Friedrich Nietzsche. Ensayo de una nueva interpretación
de todo acontecer y de una transvaloración de todos los valores).
A pesar de las dificultades
para publicar todos los escritos de Nietzsche que todavía no habían
salido a la luz después de su muerte, el trabajo editorial de Würzbach
está reconocido a nivel internacional.
Y otros libros, como Friedrich Nietzsche
de Jorge Manzano (Universidad Iberoamericana, Ciudad de México),
recogen también plegarias del exaltador del «superhombre», escritas en
distintos momentos de su vida.
Como esta, cuando tenía 20 años:
Antes de seguir mi camino y de poner mis ojos hacia delante, alzo otra vez, solitario, mis manos hacia Ti, al que me acojo, al que en el más hondo fondo del corazón consagré, solemne, altares, para que en todo tiempo tu voz, una vez más, vuelva a llamarme. Abrásame, encima, inscrita hondo, la palabra: Al Dios desconocido: suyo soy, y siento los lazos que en la lucha me abaten, y si huir quiero, me fuerzan al fin a su servicio. Quiero conocerte, Desconocido, tú, que ahondas en mi alma, que surcas mi vida cual tormenta, ¡tú, inaprehensible, mi semejante! ¡Quiero conocerte, servirte quiero!
Aunque
quizás la oración más entrañable que pronunció fue la que algunos
reconocen como sus últimas palabras antes de morir, pronunciadas en un
marco de silencio y evasión de la realidad:
Presidente Joe Biden faz primeira aparição pública, na Casa Branca, após testar negativo para covid-19, em 27 de julho Foto: Cheriss May/NYT
Há um cheiro estranho no ar de Washington nos últimos dias, um odor que remete a competência.
Sério, tem sido impressionante assistir a mudança na narrativa dos meios de comunicação sobre o governo Joe Biden.
Poucas semanas atrás, o presidente era retratado como um sujeito
desafortunado, à beira de presidir uma presidência fracassada. E então
vieram aLei de Redução da Inflação, os ótimos resultados em relação ao emprego e algumas boas notícias sobre a inflação – e subitamente passamos a ouvir bastante a respeito das realizações de Biden.
Mas
ainda não acho que a narrativa da mídia está acertando. Biden realmente
realizou muita coisa – de certas maneiras mais do que ele recebe
crédito por ter feito, mesmo agora. Por outro lado, os Estados Unidos
são uma nação enorme, com uma economia enorme, e as políticas do
presidente não parecem tão impressionantes em comparação à escala dos
problemas do país.
Além
disso, Biden, pode-se argumentar, beneficia-se da branda intransigência
das baixas expectativas. Suas realizações em termos de políticas são
grandes segundo os padrões modernos, mas não teriam impressionado em uma
era anterior – a era anterior à radicalização do Partido Republicano
tornou quase impossível perseguir soluções reais para problemas reais.
Então, o que Biden realizou?
Conforme
observo, ele chegou à função com três metas principais de políticas:
investir na desgastada infraestrutura dos EUA, empreender uma ação firme
contra as mudanças climáticas e expandir a rede de seguridade social,
especialmente para famílias com crianças. Ele cumpriu quase totalmente
as duas primeiras metas e parte da terceira.
O pacote de
infraestrutura do ano passado obtém marcadamente pouca atenção dos meios
de comunicação; apenas cerca de um quarto dos eleitores sabe que a
legislação foi aprovada. Mas devemos nos lembrar que Barack Obama quis investir em infraestrutura, mas não conseguiu; Donald Trump prometeu fazê-lo, mas não fez (a frase “é a semana da infraestrutura” virou piada corrente); e então Biden foi lá e fez.
Em
contraste, a Lei de Redução da Inflação, que é principalmente uma
legislação ambiental, recebeu bastante atenção – e merecidamente. Os EUA
finalmente estão tomando providências contra a maior ameaça à
existência de nossos tempos. Especialistas em energia acreditam que a
nova lei surtirá efeitos diretos no sentido da redução das emissões de
gases-estufa.
São realizações significativas. E um grande
contraste em relação ao governo anterior, cuja única grande mudança de
política doméstica foi um corte de impostos que não surtiu quase nenhum
efeito positivo perceptível.
Nada massivo
Mas
quando vejo reportagens descrevendo essas novas leis como “massivas” ou
imensas, pergunto-me como esses repórteres fazem sua conta. A lei de
infraestrutura adicionará aproximadamente US$ 500 bilhões ao gasto
público ao longo de uma década. A Lei de Redução da Inflação também
elevará o gasto em cerca de meio trilhão. Uma lei que promove a produção
de semicondutores nos EUA adicionará outros US$ 50 bilhões. Em geral,
então, estamos falando de pouco mais de US$ 1 trilhão em investimentos
públicos ao longo de dez anos.
Para colocar isso em perspectiva, o
Escritório do Congresso para Orçamento prevê um produto interno bruto
cumulativo de mais de US$ 300 trilhões ao longo da próxima década. Então
veja: a agenda de Biden corresponderá a cerca de um terço de 1% do PIB
acumulado, o que não é nada massivo.
É verdade que parte do que
Biden realizou poderá surtir efeitos muito maiores do que os montantes
em dólares podem sugerir. Há motivo para acreditar que a lei ambiental
surtirá um certo efeito catalisador na promoção da transição para a
energia limpa. E alguns economistas acreditam que impulsionar o
orçamento da Receita Federal, exaurida em recursos, reduzirá enormemente
a evasão fiscal e, portanto, aumentará a receita.
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E podemos falar um pouco de política externa? Biden foi criticado imensamente em razão de o Taleban ter tomado o Afeganistão,
apesar de os críticos terem oferecido poucas sugestões sobre como ele
deveria ter agido em relação à questão. Mas a narrativa sobre política
externa também mudou. Não sou nenhum especialista, mas me parece que o
governo Biden fez um trabalho excelente ao reunir e manter unida uma coalizão para ajudar a Ucrânia a resistir à agressão russa.
OK,
já consigo escutar pessoas vociferando contra qualquer menção sobre as
realizações de Biden: “Mas e a inflação?”. É verdade que o governo Biden
não levou em conta os riscos de um aumento na inflação. Mas assim
fizeram muitas outras instâncias, incluindo o Federal Reserve (banco
central americano) e este que vos fala. E parece válido apontar que
outros países – notavelmente o Reino Unido
– também estão sofrendo com inflação alta, apesar de não terem seguido
nada parecido com as políticas de Biden. Na realidade, o problema da
inflação no Reino Unido parece pior que o nosso em múltiplas dimensões.
Controle
E
tanto o público quanto os mercados financeiros preveem que a inflação
será controlada. Desta forma, não parece que esse admissivelmente grande
tropeço surtirá algum dano duradouro.
Repito: não quero soar
trumpiano e proclamar que Biden está fazendo um trabalho excepcional,
cumpre um mandato perfeito e é o melhor presidente que já existiu. O que
ele tem feito – e já estava fazendo antes da mudança na narrativa da
mídia – é lidar razoavelmente de modo eficaz com os problemas reais que
os EUA enfrentam.
A
verdade é que estamos obtendo de Biden o que deveria ser rotineiro em
uma nação rica e sofisticada; o que realmente era rotina antes de o Partido Republicano se voltar para a extrema direita. No atual momento, contudo, um governo competente e realista é algo que choca as pessoas. / TRADUÇÃO DE GUILHERME RUSSO