"No quiero levantarme,
hacer frente al vértigo del día,..."
El pleno de la Real Academia Española (RAE) eligió, a primeros de este mes de mayo, a la poetisa y traductora catalana Clara Janés (Barcelona, 1940) para ocupar el sillón “U”. Se convierte así la notable escritora en la décima académica en los 302 años de historia de la institución. Si como lírica podemos celebrar la generosa producción de excelentes poemarios, más de veinte, me atrevería a destacar, sobre todo, la exquisita, variada y perseverante labor de traducción, inventariando la edición de no menos de 80 títulos. Sería oportuno recordar que, en 1997, recibió el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra.
En los siguientes términos acaba de expresar la recién elegida académica su vocacional entusiasmo en el arte de versionar:
“Como traductora, siempre trabajo con las palabras. Me apasiona porque, gracias a ellas, una se da cuenta de la mentalidad humana. Y, como el lenguaje está vivo, una es testigo de las nuevas incorporaciones y de las dolencias entre cada vocablo”.
Tengo entre las manos la “Antología personal (1959–1979)” de Clara Janés, editada por Adonáis, que contiene sus primeros poemas, intensos, atormentados. Así lo explica en 1988:
“Yo fui una adolescente que vivió a fondo la angustia existencial, en parte debido a la conciencia de la soledad, a la conciencia de la dificultad de la comunicación esencial. Cierto que el existencialismo estaba en el aire en el momento en que entré en la universidad –precisamente el año en que se entregaba el premio Nobel a Albert Camus–, pero no se limitaba a los libros. Yo era terreno abonado para que esas ideas arraigaran, pero siempre hubo en mí un punto de disconformidad con ellas, una fuerte tendencia al equilibrio como meta...”En la solapa del poemario leemos: “La poesía de Clara Janés transpira, de punta a punta, una intensa emoción, entre atormentada y amorosa, conseguida con los mínimos elementos verbales.” De esta primera etapa seleccionamos hoy tres títulos, pienso que representativos de su inicial entrega, de corazón abierto y radicales voces.
EL MÁS LEVE RASGO DE HUMANIDAD
DESATA MI TERNURA
El hombre: “pasión inútil”, ser temporal abocado a la muerte... Escribe Clara en “Asesinato”: “el hombre / ya no tiene sentido / si no es el de la huida.” En el presente poema, “Pavor”, de “Libro de alienaciones”, comunica su deseo de encerrarse y mirar desesperadamente hacia dentro, hacia la muerte, hacia el misterio... Al final se descompone su tentación suicida: y es que la vida natural, más allá de filosofías nihilistas, es hermosa, como una paloma que descansa en la ventana, como un gato perdido...
PAVOR
Consternada por el horror de no ser,
quisiera, como tú,
encerrarme en murallas
de piedras y de espinos,
dar la vuelta a mis ojos
y lanzarlos para siempre
a la búsqueda sin fondo
del propio abismo;
pero aún soy muy débil,
el más leve rayo de humanidad
desata mi ternura:
un gato que llama a mi puerta
en medio de la noche,
una paloma
que se posa en mi ventana.
QUE LUEGO PULCRAMENTE
SERÁN DESCUARTIZADOS
Observando reses ya sacrificadas y dispuestas para la disección del carnicero, se detiene la sensible mirada de Janés en la magra figura de un conejo, troceado y ridículo. La reflexión existencial no puede ser más dramática: se imagina su propio cuerpo sacrificado sobre tabla de matarife. Hace más de 30 años ya denunciaba la poetisa del amor, del respeto a toda vida, la violencia gastronómica ejercida sobre los animales.
CARNE
Veo también, Bacovia, las reses llegadas del matadero.
Desollados inmensos cuerpos de animal
de carne aún brillante,
casi viva,
que luego pulcramente
serán descuartizados
por el preciso cuchillo del carnicero.
Un pobre conejo escuálido
partido en dos,
con sus patas aún recubiertas de piel
como unos guantes fúnebres...
Miro mis manos.
Reconozco mi cuerpo entero,
día tras día,
puesto también allí sobre la tabla,
descuartizado así.
Somos civilizados, sin embargo,
nos dejamos conservar unos a otros
la apariencia de vida.
TENGO EL MISMO SOSIEGO QUE EN EL VIENTRE MATERNO
Si no se encuentra sentido alguno a la vida, ¿para qué levantarse penosamente de la cama y arrastrar los pies hacia ninguna parte? Mejor abandonarse al no ser, en el nido de las sábanas, en el útero blanco de la inconsciencia.
ÚTERO
No quiero levantarme,
hacer frente al vértigo del día,
las horas y minutos
que llenan de vacío y absurdo
los costados
del ente vertical.
Oculta entre las sábanas
tengo el mismo sosiego que en el vientre materno.
Blanco útero
capaz aún de devolver olvido.
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